Un llamado de vuelta a casa (Relato Cerrado)

Buenas, con el anuncio del 10.0 y toda su magia me dieron ganas de volver a escribir y rolear en wow, así que dejo por acá lo que seria la aventura de mi elfa a partir del 9.2.5 en adelante, espero les guste y nos vemos por Azeroth!

PD: Si saben de alguna hermandad activa del rol y pve casual en la horda, en el reino de Quel’thalas agradecería si pasan el dato :stuck_out_tongue:


Un llamado de vuelta a casa.

“La calidez del sol abrazaba las facciones delicadas y descansadas de la elfa mientras recorría los hermosos senderos de su preciada ciudad, hace tiempo no lo hacía. Dado que una vez más el mundo había estado en peligro.

Una cuarta gran guerra había destrozado, quebrado y arrebatado incontables cimientos, naturaleza y vidas. Pero la supuesta paz que traen las guerras, había sido algo fugaz, intangible, efímero y la muerte reclamaba el mundo, literalmente.

La elfa había estado lejos de casa por tanto tiempo que la sensación casi le era extraña.

Hasta el momento que cruzó las grandes puertas de su amada Lunargenta, y los vio, los bosques canción eterna la abrazaban en todo su esplendor, podía sentir su frescura, su magia, su naturaleza, sus colores, la vida y las energías del bosque recorren cada fibra de su élfico ser, sentía un orgullo y una felicidad inmensa en ser una elfa de sangre, de estar viva.

Camino, camino y camino descalza sintiendo cada fina hierba tocar sus pies, olió cada flor y acarició cada dracohalcón que pudo vislumbrar en su camino. Llegó hasta un árbol en el cual decidió descansar, acomodó su fino vestido de seda y procuro sentarse a contemplar el paisaje que tanto amaba.

La mente de la elfa comenzó a recordar.

Entonces felicidad y tristeza abrumaron sus pensamientos por igual, después de todo debía aceptar que tanto ella, como los elfos y los bosques habían pasado por mucho, y eran sobrevivientes de un destino cruel, amargo y oscuro.

Y fue ahí cuando el olor fétido y la sensación de putrefacción de la cicatriz muerta alcanzaron sus sentidos, y helaron hasta la última fibra de su élfico ser. Quiso deshacer este sentimiento lo más rápido posible, sacudió su cabeza con negación y se abrazó con la cabeza entre sus piernas. Y este no se iba.

Después de todo, también era parte de volver a casa.

Por lo que ese no era el sentimientos del que se quería deshacer, era parte de ella y ya lo había aceptado, la plaga, su historia como elfa. Sino que quería olvidar un nombre: Melanion.

Pero la elfa sabía que era imposible, la herida era demasiado profunda.

Una voz familiar la sacó de sus pensamientos, era un guardia. Dejó la comodidad del suelo y del árbol, para saludar con amor y orgullo a su querido hijo. Guardián de Lunargenta y Los Bosques de Canción Eterna.

Anu belore dela’na, amado Viridiel”

Capítulo 1: Hogar, dulce Hogar.

“Necesito todas las vendas de lino que encuentres por el lugar, y las necesito para ayer.”

Exclamó en voz alta, a cualquier acólito que estuviera cerca. La elfa no estaba acostumbrada a mandar ninguna unidad, pero eso cambiaba cuando se trataba de salvar una vida. Un elfo nervioso y tartamudeando apareció tras ella con unos vendajes en mal estado, alcohol y lo que parecía un trapo viejo.

“Genial ahora es cuando prefieren al ángel de la muerte que a la sacerdotisa.” - Pensó la elfa.

El guerrero yacía tirado en una cama improvisada, lleno de sudor, dolor y cada segundo que pasaba más sangre perdida.

“Esto va a doler bastante, lo siento.” - Acto seguido la elfa llenó de alcohol la herida, tomó un espada limpia y terminó de arrancar el brazo del guerrero lo más limpiamente posible.

Los gritos del guerrero colmaron la habitación, hasta que este se desmayó. La elfa aplicó rápidamente más alcohol en el lugar de la amputación, acto seguido género un torniquete con el trapo viejo y el mango de una espada desgastada que había por ahí. Por ultimo limpio la herida con las vendas de lino.

“Gracias por la ayuda, joven elfo…ayudaste a salvar la vida de mi querido hijo.”- La elfa sonrió al aprendiz y acto seguido le pidió disculpas por gritarle.

“No es nada, fue un gran aprendizaje para mi y lo siento por tu hijo, puedes volver al frente y me encargare de estar aquí para cuidarlo hasta que recobre el conocimiento.” - Dijo el nervioso aprendiz lo más calmo que pudo.

Shianka agradeció al elfo, y partió hacia el campo de batalla. Una nostalgia y tristeza invadieron el cuerpo de la sacerdotisa, extrañaba a su compañera de batalla, parte de la poca familia que le quedaba, extrañaba a Melanion. Sobre todo en este tipo de situaciones, donde siempre cubría su espalda con su arco.

Aunque no era momento de darle espacio a estos pensamientos, después de todo, la matriarca y líder suprema Lady Liadrin había dado la orden de contener a la plaga que se desataba en las tierras fantasmas hasta que encontraran la forma de detener al San’layn que estaba detrás de este ataque organizado.

La cicatriz muerta estaba en plena actividad, y Tranquillien era una locura. La plaga volvió a dar pelea nuevamente, Shianka se concentró, acudió al capitán más cercano que pudo vislumbrar y se dispuso a servir para lo que se necesitará.

Colocada en la retaguardia del campo de batalla, Shianka alentaba a sus compañeros con hechizos que subían la moral del grupo, curaba heridas con sanaciones rápidas y diezmaba efectivos menores de la plaga con ataques de fuego sagrado y luz castigadora a su favor.

Capítulo 2: La pequeña aprendiz.

“¡Vamos déjenme pasar, necesito convertirme en un miembro valioso de esta organización!”

La Natonocturna gritaba y hasta pataleaba con gran determinación sostenida por los guardias, que una y otra vez rechazaban sus esfuerzos físicos de entrar a la fuerza.

“Son las personas menos amables que conozco en Lunargenta, desde que llegué aquí y se supone que son conocidos por ser refinados y hospitalarios.” - La chica decía esto de forma burlona, y hasta sacando la lengua.

La Natonocturna se dio media vuelta y se fue enojada, y llena de quejas las cuales no se guardaba para ella misma. Tanto así que casi todo el Intercambio Real se enteraron del dilema.

“Porque se necesita una recomendación si eres de otra raza, mi amor por los dragones y mi habilidad mágica debería ser suficiente.” - Gritaba la Natonocturna mientras caminaba por las majestuosas calles de Lunargenta.

De repente su caminata de furia y quejas fue interrumpida en un instante al chocar su cuerpo con algo. Miro al frente y no vislumbro nada, por lo que prosiguió a caminar.

“Aquí abajo, deberías considerar mirar para todas las direcciones, me llamo Geyanai y es un placer conocerte.” - La Vulpera movía sus orejas y su cola de forma animada, y no dejaba de moverse en el lugar.

“Disculpa pequeña Geyanai, es que estaba muy entusiasmada en mis propios pensamientos y no te vi, realmente lo siento. Mi nombre es Naluth, un placer.”

“Tranquila todos los que andamos en la zona conocemos tus pensamientos.” - La pequeña rió y prosiguió hablando.

“Tengo la solución a tus problemas, a los de enojo en realidad no, pero si a los que tienen que ver con el Relicario.” - De una bolsa la Vulpera, sacó un sobre dorado perfectamente cuidado, con un sello de marca de los elfos de sangre.

Naluth no podía disimular su sonrisa de oreja a oreja, tenía que ser el destino, aunque ella lo relacionaba con su obsesión a descubrir todo sobre los dragones. Aunque en este momento no importaba mucho el cómo, ni el porqué del encuentro fortuito.

“Genial, veo que aceptas, asi que sigue mi juego…querida guardaespaldas Naluth.” - La vulpera volvió a sonreír aunque ahora de forma más pícara.

Volvieron a la puerta donde se encontraban los guardias, el gran Relicario yacía delante de ambas extranjeras. Geyanai mostró su carta con el sello, la dejaron pasar.

“Ella viene conmigo, comprometidos guardianes. Pido disculpas por su anterior intromisión, es difícil mantener a raya el espíritu de una joven aprendiz de guardaespaldas.”

Capítulo 3: La cazadora.

Las apacibles llanuras de Mulgore, le recordaban un poco a las hermosas y vastas praderas de Nagrand de su mundo natal. No era lo mismo, claro estaba, pero los hermosos paisajes verdes que tenía para ofrecer Azeroth transmiten una sensación de calma en la Orco.

Extrañaba su hogar, su gente, sus costumbres y su estilo de vida, si bien a este nuevo mundo no le faltaba belicosidad, causas o batallas honorables, extrañaba la sensación de pertenecer, al fin y al cabo era una extraña en otro planeta.

De lo único que no podía quejarse era de que colmaba su sentido de la exploración y la aventura, todo era nuevo por conocer, la fauna, la flora y sus habitantes.

“Vamos es hora de seguir debemos llegar a Cima del Trueno para seguir a Ogrimmar, y en algún momento arribar a los reinos del Este.”- La orco hablaba un poco sin parar, mientras acariciaba el lomo de su bestia.

Una pantera imponente de Tuercespina acompañaba a la cazadora, podía sentirse su vínculo en el aire hasta se podría decir que la pantera había entendido a la perfección la frase que había soltado la Orco mientras caminaban.

Llegaron a la Gran Cima del Trueno, lugar que les gustaba usar como punto de descanso, los Tauren eran una raza muy amable. Se dirigieron a la taberna de siempre, pidieron lo de siempre y se sentó muy tranquila a comer junto a su compañera.

“Siempre es bueno descansar junto a buena compañía, y para variar bajo un techo.”- La orco dio un gran mordisco a la carne que tenía delante, y la contestación que sigue la dejó algo atónita, después de todo los animales todavía no podían hablar.

“Tienes razón, es de lo mejor y deberías acompañar esa carne con mi brebaje especial.”- La Pandaren se levantó de su asiento, sacudió la cola y apoyó su peluda mano en el hombro de la cazadora.

La Mag’har miró sobre su hombro, sonrió y aceptó la cerveza después de tantos viajes había comprendido que los Pandaren eran las criaturas más amistosas pero sobre todo insistentes cuando se trata de cerveza artesanal.

“Gracias, joven…”- La orco no terminó de hablar.

“Min, ese es mi nombre, un gusto, soy una viajera, una aprendiz de como hacer cerveza aunque también soy una monje y se podría decir que me obsesiona el estudio de la historia, y no nos olvidemos de que mi camino del monje es la senda de la sanación…”- La Pandaren hizo una pausa, respiró profundo, sonrió y espero una respuesta mientras proseguía a sentarse en la mesa.

“Mi nombre es Ragas, ella es mi compañera Ermi y somos viajeras.” La orco dio un buen trago de cerveza, miró a la Pandaren y sonrió al ver que se sentaba junto a ella.

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Muchas gracias!!! :smiley: