Theradras y Zaetar

Las tribus nómadas tauren vagaban por los bosques de Kalimdor en armonía con la naturaleza y los elementos, uno de estos se convirtió en terreno sagrado, lo llamaron Mashan’she o el “Telar de la Madre Tierra”, según ellos la deidad que creó el mundo. Esta verde pradera se encontraba entre Feralas y Sierra Espolón.
Los chamanes tauren creían que la Madre Tierra habitaba en algún lugar de estas tierras, mientras comulgaban con la tierra en sus rituales de celebración, descubrieron los susurros de lo que asumieron eran su deidad, pero esos ecos no eran de ella, sino algo oscuro. De las profundidades de una monumental caverna, emergió un gigantesco elemental de tierra: la princesa Theradras, hija de la señora elemental, Therazane. Escapó del encierro por parte de los Guardias titánicos, se ocultó bajo tierra y cayó en un profundo letargo, debilitando su cuerpo durante milenios.
Tras su abrupto despertar se lanzó sobre las florecientes praderas y las consumió, regenerando su resquebrajado cuerpo, desecó las tierras cercanas marchitando todo. Los tauren horrorizados al ver solo tierra muerta y yerma, la llamaron Desolace.
La muerte de tierras interconectadas en todo Azeroth llamó la atención de uno de los hijos de Cenarius, Zaetar, emergiendo del Sueño esmeralda para investigar.
Al igual que su padre, salió al mundo físico en forma de semivenado, las pistas lo llevaron hasta las cavernas de Desolace, encontrando a Theradras. Su intención era capturarla, pero la belleza de la naturaleza que la rodeaba cautivaron a Zaetar, cayendo rendido a sus pies. Al percatarse que tenía dominio del intruso, se aprovechó de él. Theradras también lo apreciaba y le aseguró que no le haría daño a la tierra, que solo quería devolver su esplendor perdido y que juntos lo lograrían. Zaetar olvidó su misión y se convirtió en el consorte de Theradras, de esta unión prohibida nacerían los centauros, que aterrorizarían las tierras de Kalimdor.
Los centauros eran toscos y poco elegantes, eran seres brutales y obsesionados con la violencia. Nada más al verlos, Zaetar se dio cuenta de su pecado, trató de entablar una relación con sus vástagos, sin embargo no podía soportar su presencia, los centauros se dieron cuenta de la aversión de su padre y con furia asesina lo ajusticiaron.
La muerte de Zaetar entristeció profundamente a Theradras, reprendió a los centauros por sus acciones, haciéndoles ver su acto desmedido, ellos lo lamentaron y rogaron el perdón de su madre. Juraron honrar y venerar a su padre de hoy en adelante. Theradras enterró el espíritu de Zaetar en las cavernas que le sirvieron de refugio durante su letargo, los centauros lo bautizaron como Maraudon.
Los centauros se extendieron por toda Desolace, atacando a los indefensos tauren, ahuyentándolos de sus hogares. Durante los siglos venideros los centauros hostigaron a los tauren de Kalimdor, iniciando una larga guerra entre ambas razas.

Es la historia del calabozo Maraudon, el origen de los centauros y su conflicto con los tauren.