Esto es solamente un post de vanidad mía.
En el viejo foro le hice un resumen de la historia a alguien que preguntaba por ella. No sé cómo pero agarré vuelo y escribí un texto gigante.
Digo que es vanidad, porque siento que ese resumen fue una obra de mi parte
Y quería rescatarla y dejarla aquí.
Bueno, aquí va:
En el mundo de Draenor vivían dos razas que son importantes para esta historia: los orcos y los draenei. Estos últimos habían huido de su mundo porque los demás de su raza fueron traicionados por sus líderes y vendidos como esclavos a la Legión Ardiente, un gigantesco ejército de demonios.
Uno de los demonios más poderosos, Kil’jaeden, quien anteriormente había sido muy cercano con el líder de los draenei, el profeta Velen, buscó por milenios a estos por no haberse unido a la Legión junto al resto de su gente, para exterminarlos como castigo por su “traición”.
Cuando Kil’jaeden encontró a los draenei en el mundo de Draenor, decidió corromper a los orcos para que sirvan a los demonios. Al final, usó al orco llamado Gul’dan para promover la brujería y los tratos con demonios para así lograr que toda la raza orca se convirtiera en un pueblo de belicistas dementes. El pacto con los demonios y la perdición de los orcos quedaron sellados cuando la mayoría de estos bebió la sangre de un poderoso teniente de Kil’jaeden llamado Mannoroth.
Los orcos unieron sus clanes en un solo ejército conocido como la Horda, dirigidos por un Jefe de Guerra llamado Puño Negro (quien era secretamente manejado como una marioneta por el orco traidor Gul’dan), para atacar a los draenei y casi extinguirlos siguiendo sin saber la voluntad de Kil’jaeden. Sin embargo, Velen y muchos Draenei sobrevivieron y se ocultaron.
El mundo de Draenor comenzó a morir por culpa de la magia demoníaca que usaban los brujos orcos. Pronto empezaron a morir de hambre. Y además como ya no tenían un enemigo contra el que pelear empezaron a matarse los unos a los otros. Gul’dan buscó la ayuda de Kil’jaeden, pero descubrió que este lo había abandonado a su suerte.
Entonces, Gul’dan fue contactado por una entidad de otro mundo que le ofreció un nuevo enemigo al que los orcos podrían masacrar y el secreto del poder infinito para Gul’dan. Este, codicioso de tener el poder supremo, aceptó la oferta.
Usando sus poderes desde el lado de Draenor, y la entidad misteriosa desde su propio mundo, una grieta en la realidad se abrió (una entrada que se conoce como el Portal Oscuro), la Horda cruzó el portal y llegaron a un mundo llamado Azeroth, donde al poco tiempo se enfrentaron a los humanos de un reino llamado Ventormenta.
Con esto da comienzo la Primera Guerra.
Los pueblos de este reino fueron atacados por los orcos y pronto los ejércitos se movilizaron para defender su patria y a su gente. Dirigidos por el campeón real Anduin Lothar quien servía al rey de Ventormenta, Llane Wrynn.
Mientras todo esto ocurría, un joven mago llamado Khadgar llegó desde el lejano norte para ser instruido por el mago más poderoso del reino de Ventormenta: el Magus Medivh, en su torre en medio de las montañas, Karazhan. Este se mostró como una persona errática pero con un poder asombroso. Khadgar le tomó cariño a Medivh y éste le confió un gran secreto: Medivh era el Guardián de una orden secreta (el Concilio de Tirisfal) la cual defendía todo el mundo de Azeroth de los ataques de la Legión y de su líder: el titán oscuro Sargeras.
El conflicto entre el reino de Ventormenta y la Horda se intensificaba cada vez más. Khadgar descubrió que su maestro Medivh era amigo personal del Campeón Anduin Lothar y de su majestad Llane Wrynn. Un día, llegaría una emisaria de los orcos a parlamentar con Medivh: la semiorca Garona. Esta se quedó en Karazhan y pronto surgió una amistad entre ella y Khadgar. Juntos intentaron averiguar cómo los orcos habían llegado a Azeroth y no pasó mucho tiempo para que descubrieran con mucho dolor, que la entidad que había contactado con Gul’dan para traer a la Horda a Azeroth había sido el mismo Guardián de Tirisfal, Medivh.
Resulta que el Guardián había sido poseído por el titán oscuro Sargeras y que la invasión de la Horda había sido planeada por los demonios.
Garona y Khadgar huyeron de Karazhan y llegaron a la ciudad de Ventormenta. Allí le contaron la verdad a Anduin Lothar y al rey Wrynn. Este último no creyó la historía pero Lothar sí; por lo que formaron una pequeña expedición secreta para atacar Karazhan y derrotar a Medivh.
Allí, Khadgar, Lothar y Garona se enfrentaron al Guardián enloquecido y tras una dura batalla lograron asesinar al Magus poseído. Khadgar supo por las palabras del Magus que su lado humano había intentado tener siempre cerca a las personas de confianza para que cuando perdiera el control de su alma ante Sargeras, pudiera ser detenido. Garona huyó del lugar, pues un ataque de Medivh la había dejado con graves secuelas. Khadgar enterró los restos del Guardián y junto a Lothar emprendió el viaje de regreso a Ventormenta para intentar defenderla de la Horda.
Mientras tanto, en la Horda, había un orco que hablaba en contra de Gul’dan y los brujos llamado Durotan. El junto a su pareja y su hijo recién nacido se encontraron con el segundo al mando del Jefe de Guerra Puño Negro: Orgrim Martillo Maldito. Le contaron de la traición de Gul’dan y sus tratos con los demonios. Cuando se marcharon, fueron emboscados por los asesinos de Gul’dan quienes los mataron a todos menos al hijo de Durotan que fue abandonado en el bosque (poco después fue encontrado vivo por un grupo de humanos).
Al enterarse del asesinato de Durotan, Orgrim supo que todo lo que este le había contado era cierto. Por tanto esperó una oportunidad para actuar.
Cuando Medivh fue atacado por Lothar y compañía, Gul’dan sintió el peligro y se metió en la mente del Guardián para sacarle el secreto del poder definitivo que le habían prometido. Pero quiso la mala suerte que él estaba dentro de su mente cuando fue asesinado, provocando que Gul’dan cayera en coma por varias semanas.
Orgrim vio su oportunidad. Estando Gul’dan fuera, Puño Negro era vulnerable. Orgrim retó a su Jefe a un duelo por el liderazgo de la Horda y se alzó con la victoria. Como nuevo Jefe de Guerra reinició el ataque contra los humanos y atacó la ciudad de Ventormenta con todo su poder.
Garona regresó entonces a la ciudad y se encontró en privado con el rey Wrynn. Sabiendo que la ciudad no caería mientras el rey estuviera vivo, los brujos manipularon a Garona y esta lo asesinó clavándole una daga en el corazón mientras derramaba lágrimas de dolor, pues ella no quería hacerlo. Todo esto ocurrió mientras el hijo del rey, Varian, observaba todo estando oculto en la oscuridad.
Con el rey muerto, las defensas humanas sucumbieron al caos y a la desesperación. Cuando Lothar y Khadgar regresaron de Karazhan se encontraron con la ciudad siendo asediada por los orcos y al enterarse de la muerte del rey Llane, Lothar dio por perdida la guerra. Reunieron a todos los que pudieron salvar, junto al príncipe Varian, y se retiraron a los puertos.
Todos los refugiados del reino, liderados por Lothar, abordaron decenas de naves y zarparon al norte, hacia el reino de Lordaeron. Mientras, tras ellos, el ruinoso reino de Ventormenta ardía hasta sus cimientos. La Horda había triunfado.
Esto marca el fin de la Primera Guerra.
Tras la caída de Ventormenta, Orgrim (el nuevo Jefe de Guerra de la Horda), capturó a la semiorca Garona y tras torturarla averiguó dónde los brujos se reunían. Inmediatamente los atacó por sorpresa y casi todos los brujos fueron asesinados con excepción de los más débiles y del mismísimo Gul’dan, quien aún se encontraba en coma.
Cuando Gul’dan despertó fue llevado ante Orgrim para ser ejecutado, pero el brujo convenció al Jefe de que era necesario para la victoria de la Horda y le prometió una nueva fuerza que Orgrim podría usar para combatir a los humanos. Por lo que su vida fue perdonada.
Mientras, los supervivientes de Ventormenta llegaron a la costa sur de Lordaeron y Lothar partió junto al mago Khadgar y el príncipe Varian a encontrarse con el rey de esa nación: Terenas Menethil.
Cuando se reunió con el monarca le narró la historia de cómo había caído su reino ante la Horda y le advirtió de que los orcos no se conformarían con Ventormenta. Pronto marcharían hacia el norte para atacar el resto de reinos humanos.
El rey Terenas convocó a los reyes de las demás naciones para discutir sus siguientes pasos. Pronto los monarcas de los reinos de Gilneas, Kul Tiras, Stromgarde, Dalaran y Alterac acudieron a la capital de Lordaeron y fueron informados de la situación.
Tras mucho discutir, decidieron unir sus fuerzas para combatir contra la Horda. Así nació la Gran Alianza de Lordaeron, cuyas fuerzas militares era comandada por el otrora campeón real de Ventormenta, Anduin Lothar.
Mientras tanto, en la Horda, los orcos forjaron alianzas con los trols del bosque liderados por Zul’jin; trajeron a los poderosos ogros desde el mundo de Draenor; y, usando una reliquia conocida como el Alma de Demonio, sometieron a los dragones rojos para que luchen junto a ellos.
Por su parte, Gul’dan logró traer de vuelta los espíritus de los brujos asesinados por Orgrim y los colocó dentro de los cadáveres humanos de los guerreros de Ventormenta. Así nacieron los Caballeros de la Muerte.
Tras construir una gran flota, la Horda se embarcó hacia el norte para conquistar los demás reinos humanos y establecer así el dominio definitivo de los orcos.
Así da comienzo la Segunda Guerra.
Los ejércitos de la Alianza marcharon hacia el sur para intentar interceptar a la Horda. Poco antes de la llegada de los orcos, un pequeño ejército de los elfos nobles de Quel’thalas, liderados por la General Forestal Alleria Brisaveloz, unió sus fuerzas a los humanos. Cuando los orcos llegaron a las costas de Lordaeron, los ejércitos de la Alianza ya los esperaban. Sin embargo lograron eludirlos tras una batalla y se internaron en el continente. La Alianza marchó tras ellos.
Cuando la guerra se extendió hasta las tierras de los enanos del clan Martillo Salvaje, estos prestaron sus fuerzas a la Alianza. Usando sus grifos, los enanos fueron un poderoso aliado que atacaba desde los cielos.
Pronto descubrieron que la Horda marchaba hacia el norte, para atacar el reino elfo de Quel’thalas. La mitad del ejército de la Alianza salió tras ellos, comandados por el segundo al mando de Lothar: el paladín Turalyon. Mientras la otra mitad dirigida por Lothar se quedaba atrás para limpiar las tierras de orcos renegados.
Una gran batalla hubo en las fronteras de los bosques élficos, la cual sirvió para asegurar el apoyo total de Quel’thalas a la causa de la Alianza. Pronto las fuerzas de la Horda se retiraron del lugar, dejando gran parte de los bosques incendiados tras su paso.
Orgrim se reunió en secreto con el rey de Alterac, Aiden Perenolde (quien había traicionado a la Alianza) y acordaron que la Horda tendría vía libre por las montañas de Alterac para atacar la capital de Lordaeron; a cambio, el reino de Alterac permanecería intacto. Orgrim tomó la mayor parte de sus fuerzas y marchó hacia la capital, dejando a Gul’dan a cargo de las fuerzas que se quedaron en Quel’thalas para que se les unieran más tarde.
Gul’dan aprovechó esta oportunidad para desertar y llevándose a quienes eran fieles a él, tomó unos barcos y se hizo a la mar a buscar la fuente del poder que le había sido prometido hacía tanto tiempo: la sumergida Tumba de Sargeras.
Turalyon y sus fuerzas persiguieron a la Horda pero no lograron llegar a la capital de Lordaeron antes que los orcos. La Horda preparó un ataque que habría sido fatal para la Alianza. Las fuerzas de Turalyon y Orgrim se enfrentaron. Pero en este punto ocurrieron muchas cosas.
El rey de Stromgarde (el reino vecino de Alterac), Thoras Aterratrols, adivinó la traición de Perenolde y movilizó las tropas que le quedaban para contener los pasos montañosos y evitar que la Horda recibiera refuerzos.
Orgrim se enteró de la deserción de Gul’dan, quien se había llevado una gran parte de sus fuerzas.
Las tropas de la Alianza no permitían que la capital cayera. Y al no tener refuerzos por culpa del rey de Stromgarde y los orcos que Gul’dan se había llevado, Orgrim decidió retirarse y renunciar a la mejor oportunidad que tendría de victoria contra la Alianza.
Gul’dan llegó a su destino y usando sus poderes levantó la Tumba de Sargeras del fondo del océano. Las fuerzas que Orgrim había enviado para asesinarlo y traer a los demás orcos de vuelta al redil atacaron en ese momento. Gul’dan entró presuroso a la Tumba para buscar lo que quedara del poder del titán Sargeras, pero solo encontró una turba de demonios furiosos que lo destrozaron miembro por miembro.
Con Gul’dan muerto, los orcos se embarcaron para volver junto a Orgrim, pero fueron atacados por las fuerzas navales de Kul Tiras, quedando pocos supervivientes.
Orgrim, viendo sus fuerzas mermadas, decidió volver al sur, al reino de Ventormenta para reagruparse y reiniciar su conquista. Al final, se detuvieron en la fortaleza montañosa de la Cumbre de Roca Negra.
Las fuerzas de Turalyon y Lothar volvieron a unirse y marcharon al sur para derrotar a Orgrim y acabar la guerra. Por el camino liberaron la ciudad de Forjaz (que pertenece a los enanos del clan Barbabronce) de los ataques de la Horda. Los enanos se unieron a la Alianza y guiaron a Lothar por esas tierras, hacia la Cumbre de Roca Negra.
Finalmente ambos ejércitos se encontraron en la fortaleza volcánica. En un ataque audaz, Orgrim se abrió paso entre las filas de la Alianza y finalmente se encontró con su líder: Anduin Lothar. Inmediatamente se trabaron en lucha.
Se dice que fue una batalla titánica.
La intención de Orgrim era asesinar al líder humano para aplastar la moral de la Alianza, tal como había pasado cuando murió el rey Wrynn al final de la Primera Guerra.
Aunque al final Orgrim logró por poco derrotar a Lothar, la muerte del gran héroe no tuvo el efecto que él deseaba. El segundo al mando de la Alianza, Turalyon, tomó la espada partida de Lothar y con ella derrotó a Orgrim quien ya se hallaba extenuado. Sin embargo fue dejado con vida.
Cuando la Horda vio caer a su líder, huyó de forma desordenada hacia el sur, de vuelta al Portal Oscuro. A los pies del colosal portal tuvo lugar la última batalla de la Segunda Guerra.
La Horda, destruida, y la Alianza, inquebrantable, se trabaron en la lucha más sangrienta de toda la guerra. Cuando los orcos sintieron la derrota inminente huyeron de vuelta a su mundo al otro lado del Portal. El mago Khadgar usó su poder para destruir la brecha entre Draenor y Azeroth.
Los orcos capturados fueron encerrados en campos de concentración y Orgrim Martillo Maldito fue llevado como prisionero a las mazmorras de la misma capital de Lordaeron.
Tras romper el asedio de la capital de Lordaeron, el rey Terenas marchó con sus tropas hacia Alterac y confinó a Perenolde dentro de su propio castillo. Después declaró la ley marcial en Alterac.
La Alianza de Lordaeron se hizo con la victoria.
Así termina la Segunda Guerra.
Al terminar la Segunda Guerra siguió un período de paz relativa, habiendo conflictos aislados con los restos de la Horda en ciertos sectores: los orcos del clan Faucedraco que se habían atrincherado en la ciudad enana abandonada de Grim Batol. Los Faucedraco aún mantenían sometidos con el Alma de Demonio a los dragones rojos y a su reina Alextrasza.
En la Cumbre Roca Negra los hijos de Puño Negro, Rend y Maim, dirigían un pequeño reducto de orcos y ogros y esperaban una oportunidad para atacar a la Alianza otra vez.
Dos años después del fin de la Segunda Guerra, en Draenor, el chamán anciano Ner’zhul (quien había sido el maestro de Gul’dan) logró reabrir el Portal Oscuro y envió un contingente a Azeroth para robar unos artefactos mágicos: el cetro de Sargeras, el Ojo de Dalaran, la calavera de Gul’dan y el libro de hechizos de Medivh.
El rey Terenas, creyendo que se trataba de una nueva invasión de la Horda, envió a los ejércitos de la Alianza hacia el mundo ruinoso de Draenor para acabar con la amenaza orca para siempre. Fueron comandados por Turalyon, Khadgar, Alleria, Kurdran Martillo Salvaje y Danath Aterratrols.
El plan de Ner’zhul era utilizar estos artefactos poderosos para crear nuevos portales a otros mundos que la Horda pudiera invadir. Tras un largo conflicto en Draenor entre la Alianza y la Horda, Ner’zhul abrió los portales y escapó por uno de ellos junto a sus seguidores más cercanos.
Estos portales fueron desastrosos para el desolado mundo de Draenor y Khadgar supo que en poco tiempo el mundo colapsaría y se destrozaría. Temiendo que el daño de la muerte de Draenor pudiera afectar a Azeroth, Khadgar recuperó las reliquias y cerró definitivamente el Portal Oscuro. Quedando las fuerzas de la Alianza atrapadas en Draenor. Por más de 20 años no se supo si lograron escapar a la ruina o si habían perecido junto al mundo de los orcos.
Dos años después de la invasión a Draenor, un pequeño grupo compuesto por el mago humano Rhonin, la hermana de la elfa Alleria, Vereesa Brisaveloz y Falstad, enano del clan Martillo Salvaje, se internaron en Grim Batol con la misión de destruir el Alma de Demonio y liberar a Alextraszsa y a los dragones rojos del control de los orcos Faucedracos.
Después de eso siguieron ocho años de paz.
El hijo de Durotan, quien había sido encontrado por los humanos al final de la Primera Guerra, fue criado como esclavo por el general humano Aedelas Lodonegro en la fortaleza de Durnholde en Lordaeron. Es llamado Thrall, que en inglés significa esclavo. Deseoso de conocer sus orígenes orcos, Thrall huye con la ayuda de una joven humana llamada Taretha Foxton y visita los campos de internamiento donde tenían prisioneros a los orcos. Allí los encontró a todos aletargados: habían perdido el deseo de luchar e incluso el de vivir.
Thrall escuchó hablar sobre el último Jefe orco que no había sido capturado por la Alianza: Grom Grito Infernal y su clan Grito de Guerra.
Tras buscarlo por un tiempo, los encontró y Grom en persona le enseñó la lengua orca y parte de su historia y viejas costumbres. Descubrió que los orcos sufrían de un malestar provocado por las energías de demonio que habían dentro de ellos, una apatía que les había despojado de sus espíritus de guerreros y Grom llevaba años luchando contra el desánimo de la sangre demoníaca. De él, Thrall supo que pertenecía al clan Lobo Gélido, que estaba oculto en lo profundo de las nevadas montañas de Alterac. Thrall partió en su búsqueda.
Cuando los encontró, supo por el chamán Drek’thar que era el hijo del Jefe de los Lobo Gélido, Durotan. También supo en qué circunstancias fueron asesinados él y la madre de Thrall.
Thrall se dedicó a estudiar las sendas del chamán con la esperanza de que así podría insuflar nueva vida a los orcos y llevarlos de vuelta a las viejas costumbres, antes de la llegada de los demonios.
Un día, un anciano orco llega al campamento de los Lobo Gélido, se trataba de Orgrim Martillo Maldito, quien había escapado hacía años de las mazmorras de Lordaeron y desde entonces había vivido como un vagabundo.
Orgrim había sido el mejor amigo del padre de Thrall, y juntos planearon usar la magia chamánica para liberar a los orcos cautivos y reformar a la Horda, siendo nuevamente Orgrim el líder de la nueva Horda.
Uno a uno los campos de internamiento fueron cayendo y el renacer de la cultura chamánica reanimó los espíritus de los orcos aletargados. Recuperaron las ansias de vivir.
Sin embargo, Orgrim fue herido de muerte en una refriega contra los humanos y su última voluntad fue que Thrall tomase el mando de la nueva Horda.
Thrall tomó el legendario Martillo Maldito y junto a su creciente ejército atacaron Durnholde y a su líder Aedelas Lodonegro.
Lodonegro, furioso por las acciones de Thrall, decapitó a Taretha esperando que eso destrozaría el espíritu del orco. Pero solo logró que la ira lo dominara. La Horda devastó Durnholde y Thrall en persona asesinó a Lodonegro.
Mientras, en la Alianza, los reinos que la conformaban se sentían cada vez más reacios a cooperar y comenzaron a retirar su apoyo de la facción. El primer reino en salir de la Alianza fue Quel’thalas, seguidos de Gilneas y Stromgarde. El reino de Ventormenta había sido reconstruido y el hijo de Llane Wrynn, Varian, fue coronado rey. Varian declaró que nunca olvidaría la ayuda que la Alianza brindó a su reino y que jamás renegaría de sus aliados.
Sin embargo, con la nueva Horda tomando forma, una nueva guerra entre los humanos y los orcos parecía inminente. Y habría terminado en guerra abierta, de no ser por la intervención de uno solo.
Un extraño profeta apareció ante Thrall y le advirtió que una sombra ardiente venía a devorar el mundo. La única forma de combatirlos era llevar a su gente al otro lado del gran mar, a las tierras olvidadas de Kalimdor. Thrall creyó las palabras del profeta y robando una flota humana, la Horda abandonó las tierras de los humanos.
El profeta también se apareció ante el rey Terenas, pero no logró convencerlo. Se presentó ante Antonidas, líder de Dalaran, pero no tuvo mejor suerte.
Rumores de una plaga en el norte de Lordaeron llegaron hasta la capital y el rey envió a su hijo, Arthas Menethil, a que investigara el asunto.
Esto sienta las bases de la Tercera Guerra, pero su historia es más enrevesada que las dos anteriores, por lo que tendré que contarla por partes.
Arthas (quien era un paladín de la Luz) junto a su exnovia Jaina Valiente (quien es hija del gobernador del reino marítimo de Kul Tiras) descubrieron que el norte de Lordaeron estaba siendo asolado por una peste que no solo mataba a sus víctimas, si no que también las convertía en no muertos sin capacidad de razonar.
La peste estaba siendo propagada por un nigromante llamado Kel’thuzad. En el pueblo de Andorhal, Arthas y Kel’thuzad se enfrentaron, muriendo este último. Antes de morir, el nigromante afirmó que él no era el responsable de la peste, si no que servía al Señor del Terror Mal’ganis, que se encontraba en la ciudad de Stratholme.
En las puertas de Stratholme, se encontraron Arthas, Jaina y Uther el Iluminado (quien había sido el mentor de Arthas como paladín) y descubrieron que la peste ya se había extendido por la gente de la ciudad pero que aún no había hecho efecto. Arthas ordena entonces purgar la ciudad y asesinar a cada habitante de Stratholme, a lo cual tanto Jaina como Uther se rehúsan. Arthas considera esto una traición y despoja de sus títulos a Uther, usando sus derechos como príncipe de Lordaeron.
Después, Arthas y quienes decidieron seguirlo procedieron a destruir Stratholme y asesinar a todos sus habitantes para evitar que se conviertan en no muertos. Al poco tiempo se encuentra cara a cara con Mal’ganis, un demonio de la Legión Ardiente, quien lo invitó a seguirlo hacia el continente ártico de Rasganorte, donde podrían saldar cuentas.
Arthas, sediento de venganza, se embarca hacia el norte.
Jaina Valiente contempla horrorizada los ardientes restos de la ciudad de Stratholme y se le aparece el extraño profeta, quien la conmina a reunir a su gente y embarcarse hacia el continente de Kalimdor, al oeste del mundo. Jaina acepta.
Al poco tiempo de llegar a Rasganorte, Arthas se encuentra con el enano Muradin Barbabronce, quien había sido su tutor en la infancia y además era el hermano del rey de Forjaz, Magni Barbabronce. Por el enano, Arthas supo sobre la existencia de una poderosa hojarruna llamada Agonía de Escarcha.
Un emisario desde Lordaeron llega a los pocos días, transmitiendo una orden del rey de suspender la expedición y volver al reino. Para evitar eso, Arthas contrata unos mercenarios y quema los barcos para que de esta forma sus hombres no puedan volver a casa y no tengan más remedio que ayudarlo a cumplir con su venganza. Después culpa de esto a los mercenarios quienes son asesinados rápidamente.
Muradin le reprende por sus actos pero Arthas hace oídos sordos. Entonces son atacados por los ejércitos de no muertos con Mal’ganis a la cabeza. Viéndose rodeados, Arthas le pidió ayuda a Muradin para encontrar la Agonía de Escarcha y usar su gran poder para derrotar al Señor del Terror.
Tras buscarla, encuentran la hojarruna en una caverna, pero Muradin advierte que una terrible maldición espera a quien empuñe la espada.
Quienquiera que tome esta hoja blandirá un poder eterno. Tal y como la hoja desgarra la carne, así el poder marcará el espíritu.
Arthas desoye la advertencia e invoca el poder de la espada. El hielo en que estaba atrapada estalla dándole un golpe fatal a Muradin, quien cae al suelo. Arthas empuña la hoja y abandona a Muradin dándolo por muerto (después descubrimos que logró sobrevivir).
Arthas vuelve a su base con la Agonía de Escarcha y se enfrenta a Mal’ganis. Ahí, este le revela que la intención de su señor era precisamente que Arthas encontrara la espada. El demonio ahora esperaba que este misterioso señor oscuro controlase a Arthas para que luche por él, por lo que se sorprende cuando Arthas usa la espada para atacarlo. Al final Mal’ganis es asesinado. Arthas cumplió su venganza y se dispone a volver a casa.
Pero la voz de la espada enloquece a Arthas. Cuando llega a Lordaeron y se encuentra con su padre, el príncipe asesina al rey Terenas a traición y la capital es atacada por las hordas de no muertos. Un ejército que se conoce como la Plaga.
El reino de Lordaeron cae ante la Plaga, comandada por su príncipe.
Arthas guía a la Plaga para purgar Lordaeron de los restos de humanidad y se le aparece otro Señor del Terror llamado Tichondrius, quien afirma ser su aliado y servidor del Rey Exánime. La voz que oye por la espada corresponde a la del misterioso Rey Exánime y le revela que la hoja tiene el poder de robar almas, siendo la de Arthas la primera que reclamó.
Siguiendo los deseos del Rey Exánime, Arthas recuperó los restos de Kel’thuzad y los llevó al reino elfo de Quel’thalas para utilizar la Fuente del Sol (de donde los elfos nobles obtenían su poder arcano) para revivir al nigromante.
Los elfos se resisten pero son inevitablemente diezmados por la Plaga. La otra hermana de Alleria, Sylvanas Brisaveloz, le planta cara a Arthas pero no fue capaz de derrotarlo. Arthas la asesina y le arranca el espíritu del cuerpo para convertirla en una alma en pena.
La capital de Quel’thalas, Lunargenta, es destruida y el rey elfo, Anasterian Caminante del Sol es asesinado. Arthas alcanza la Fuente del Sol y logra revivir al nigromante quien ahora se convierte en un exánime. La Fuente queda corrompida tras esto.
Kel’thuzad le revela a Arthas que quienes crearon al Rey Exánime eran los demonios de la Legión Ardiente y que todo lo que Arthas había hecho era solo el preludio de una gran invasión de demonios. El siguiente paso era invocar al señor demonio Archimonde quien daría comienzo al asalto de la Legión.
La Plaga ataca la ciudad de Dalaran para recuperar el libro de Medivh, Antonidas es asesinado y el libro robado. Kel’thuzad usa su poder para invocar a Archimonde a Azeroth.
Una vez concluida la invocación, Archimonde le entrega el mando de la Plaga a los Señores del Terror, puesto que el Rey Exánime ya no sería de utilidad. Pero Kel’thuzad le confía a Arthas que el Rey Exánime ya estaba preparado para esto.
Archimonde da inicio a la invasión de la Legión Ardiente y con esto la Tercera Guerra llega a su punto más álgido.
Tras abandonar las tierras humanas, la Horda de Thrall viajó durante algunos meses por el Mare Magnum, hacia Kalimdor. Por el camino, pasan por la isla de los trols Lanza Negra y los rescatan de una bruja del mar que los tenía amenazados con un ejército de múrlocs. El líder de estos trols es (tras la muerte de su padre en estos hechos) Vol’jin. Los trols Lanza Negra se unen a la nueva Horda.
Al estar cerca de las costas orientales de Kalimdor, una tormenta divide a la flota y al atracar, la nave que transportaba a Grom y su clan Grito de Guerra se había perdido.
Al marchar por la costa en la busca del resto de la Horda, Thrall se encuentra con unos hombres caballo (centauros) que atacaban a unos hombres bovinos (los tauren). Thrall decide acudir al auxilio de los tauren y entonces aparece su jefe, Cairne Pezuña de Sangre a darle las gracias.
Los tauren pretendían viajar a las tierras de Mulgore para así escapar del acoso constante de los centauros, pero Thrall le informa que un ejército de estos venían tras ellos. La Horda ayuda a los tauren a llegar a Mulgore y a cambio, Cairne le revela a Thrall la existencia de un Oráculo que se suponía conoce el destino que los orcos buscaban en esta nueva tierra. Para encontrarlo debían dirigirse hacia la Cima del Espolón, al norte de Mulgore. Thrall agradece a Cairne y se despide de los tauren.
Más adelante, en el camino hacia la Cima Espolón, Thrall se encuentra con un ejército de la Alianza. Sorprendido de que los humanos y sus aliados los siguieran hasta esa tierra lejana, descubre que este ejército es dirigido por Lady Jaina Valiente, quien siguiendo las instrucciones del misterioso profeta (al igual que Thrall) llevó a su gente a Kalimdor con la esperanza de triunfar sobre la sombra.
La sorpresa del jefe orco se incrementa cuando ve que los humanos son atacados por los Grito de Guerra con Grom a la cabeza. Thrall no ve más opción que ayudarlos.
Tras una escaramuza, Thrall reprende a Grom por atacar sin su consentimiento, a lo que este responde que los humanos son sus enemigos por naturaleza y debían ser combatidos. Thrall, pensando que la actitud de Grom podría provocar problemas en el futuro, decide enviarlo aún más al norte de esas tierras, al bosque de Vallefresno, para que consiguiera la madera que la Horda necesitaría para la guerra.
Mientras tanto, en el reino destruido de Lordaeron, la Legión Ardiente avanza arrasando con toda resistencia a su paso. Mannoroth, quien antes de la Primera Guerra había dado su sangre a los orcos provocando su maldición de la sed de sangre, buscaba a los orcos para castigarlos por su fracaso en las guerras anteriores. Pero se le aparece Tichondrius y le informa que estos ya no estaban allí, que se habían marchado a Kalimdor. Mannoroth no los dejaría escapar, pues consideraba a los orcos suyos por derecho de sangre.
Grom se sentía humillado al ser despachado a Vallefresno pero se dedica a cumplir las órdenes de su líder: recolectar madera. Pronto una sigilosa amenaza comienza a acecharlos. Los elfos de la noche, quienes no dejarían que los orcos derribaran sus amados bosques, quienes eran respaldados por el semidios y protector de las arboledas Cenarius.
Cerca del campamento de los Grito de Guerra, Mannoroth y Tichondrius aparecen y, a sugerencia de este último, Mannoroth derrama su sangre en una fuente del lugar con la esperanza que los orcos la encontrasen, la bebiesen y volviesen a estar atados a la maldición de la sed de sangre.
Grom y sus orcos son pronto superados por las fuerzas de los elfos de la noche y Cenarius, pero encuentran la fuente contaminada con sangre de demonio. Grom sucumbe a sus más bajos instintos y bebe de la fuente junto a los demás Grito de Guerra. La sangre de demonio los provee de nueva fuerza y vitalidad que los orcos aprovecharon para hacer retroceder a los elfos y finalmente asesinar a Cenarius.
Entonces Mannoroth aparece ante Grom, este intentó resistirse alegando que ahora los orcos son libres de los demonios. Pero al beber la sangre, la vida de los orcos estaba nuevamente ligada a la voluntad de la Legión Ardiente. Mannoroth se lleva a Grom y a los suyos como sus esclavos.
Mientras, en la Sierra Espolón, Thrall intenta avanzar hacia la cima pero se ve bloqueado por las fuerzas de la Alianza. En ese momento aparece Cairne para devolver el favor que la Horda les había brindado y les ayuda en su ascenso a la cumbre, donde el misterioso Oráculo les esperaba.
Dentro de la cueva que se hallaba en la cima, Thrall y Cairne se encuentran con Jaina Valiente y estaban a punto de enfrentarse cuando una voz que todos conocían detuvo sus armas. No era el Oráculo, sino el Profeta.
El Profeta conminó a la Horda a unir fuerzas con la Alianza, puesto que esa sería la única forma de tener esperanza de victoria contra la Legión Ardiente. Reacios al principio, finalmente acordaron trabajar juntos. Pero el Profeta le revela a Thrall que la raza orca corría peligro, puesto que Grom había sucumbido a la sed de sangre.
Thrall, sobrecogido por la noticia, se abre paso hacia Vallefresno para rescatar a Grom y los Grito de Guerra, antes que los orcos perdieran su libertad para siempre. Jaina Valiente ofrece su apoyo y el de la Alianza.
Thrall siempre pensó que los orcos habían sido víctimas de los demonios, pero cuando se encontró con un Grom corrompido supo por sus palabras que los mismos orcos habían provocado la maldición demoníaca, al beber voluntariamente la sangre de demonio en Draenor, hacía muchos años.
Thrall, enfurecido, logra capturar a Grom, llevarlo al campamento y con la ayuda de Jaina, purificarlo de la corrupción de demonio. Grom, al tener la mente nuevamente despejada, intenta disculparse con Thrall. Pero este lo insta que en lugar de disculparse, lo ayudase a matar a Mannoroth para liberar a su gente de una vez por todas de la maldición de los demonios.
Thrall y Grom se dirigen al cañón donde Mannoroth los esperaba, este logra derribar a Thrall con facilidad pero Grom, en un salvaje contraataque, logra asestar un golpe fatal al demonio con su hacha, Aullavísceras. Al morir, el cuerpo de Mannoroth estalló y Grom recibió todo el daño de sus fuegos.
Herido de muerte, Grom habla a Thrall con gran orgullo, declarando haber logrado liberarse a sí mismo de la maldición. Grommash Grito Infernal fallece en el lugar, y Thrall desmiente sus últimas palabras. Grom no solo se había liberado a sí mismo, si no que los había liberado a todos.
Mientras, en la espesura de los bosques de Vallefresno, la líder de los elfos de la noche, Tyrande Susurravientos, contempla con desagrado cómo las fuerzas extranjeras de los humanos y los orcos (quienes habían asesinado a Cenarius) avanzan por sus tierras.
Reúne a unas cuantas guerreras y ataca el campamento en que la Alianza y la Horda trabajaban unidos, con la intención de expulsarlos de los bosques. Pero en medio de la refriega aparece un ejército de no muertos que se abalanza sobre ellos, por lo que Tyrande reúne a sus fuerzas y se retira.
Momentos después, junto a unas cuantas elfas, Tyrande es rodeada por demonios y el mismo Archimonde se presenta ante ella. Proclamando que la Legión volvía para terminar lo que había empezado hace diez mil años, en la Guerra de los Ancestros.
Tyrande logra escapar y contempla cómo las aldeas de su gente son atacadas y arrasadas por los demonios y los no muertos. Al comprender la gravedad de la situación, decide despertar a los druidas (quienes se hallaban deambulando en el Sueño Esmeralda), cuyo líder era la pareja de Tyrande: Malfurion Tempestira.
Usando el cuerno de Cenarius, logra despertar a Malfurion. El reencuentro hubiera sido gozoso para ambos de no ser por la circunstancias.
Malfurion usa el cuerno de Cenarius para despertar a las diversas clases de druidas. Una de las cuales se encontraba en lo profundo de unos túmulos.
Malfurion y Tyrande se aventuran por los túmulos en la busca de los druidas restantes y se encuentran con una encrucijada. Tyrande recuerda que por un camino se encuentra encerrado el hermano de Malfurion: Illidan, quien se hallaba encarcelado por crímenes cometidos hacía diez mil años, y ahora era vigilado por unas carceleras de élite conocidas como las Celadoras.
Tyrande decide liberar a Illidan para que los ayudase contra la Legión pero Malfurion, convencido que sería una mala idea, va por el otro camino y logra despertar a los druidas.
Tyrande alcanza la celda de Illidan y este accede a ayudarles, solamente porque una vez amó a la líder elfa. Sin embargo, para liberarlo, Tyrande tuvo que asesinar a las Celadoras que lo custodiaban.
El encuentro de Malfurion con su hermano estuvo cargado de tensión. Después, Illidan partió a combatir a la Legión por sí mismo, dispuesto a demostrar a su hermano y a los demás elfos que él no era un villano.
Entonces Arthas se aparece ante Illidan. Le comenta que los bosques estaban siendo corrompidos por el Señor del Terror Tichondrius, quien usaba la calavera de Gul’dan que irradiaba magia vil. El deseo de Arthas era que Illidan asesinase a Tichondrius para que los Señores del Terror perdieran poder sobre el Rey Exánime.
Illidan encuentra la calavera y absorbe sus poderes, convirtiéndose en una criatura mitad elfo mitad demonio. Con sus nuevos poderes, Illidan logra asesinar a Tichondrius. Entonces se encuentra con Malfurion y Tyrande. Cuando su hermano vio lo que había hecho para poder tener más poder, desterró a Illidan de los bosques. Illidan se marchó en silencio.
Unos días después, Malfurion y Tyrande fueron a un lugar que le fue indicado por el Profeta en un sueño. Momentos después llegan Thrall y Jaina Valiente. Malfurion les pregunta sus nombres y estos se presentan como el Jefe de Guerra de la Horda y la líder de los supervivientes de Lordaeron. Tyrande expresó su rechazo hacia los extranjeros.
En ese momento aparece el Profeta, al que Malfurion reconoce de su sueño, e inmediatamente le pregunta su identidad.
El Profeta se refiere a sí mismo como la razón de que los demonios regresasen: El Profeta era el último Guardián de Tirisfal, Medivh.
Cuando Lothar y Khadgar derrotaron a Medivh al final de la Primera Guerra, el espíritu del titán oscuro Sargeras fue desterrado del plano físico, por lo que el espíritu puro y virtuoso de Medivh fue libre. Ahora, había regresado para arreglar todo el desastre que había tenido lugar por su culpa y así alcanzar la redención.
Una vez más, conminó a todos los presentes a unir fuerzas para así combatir como uno solo al enemigo de todo lo vivo.
En el camino a la cumbre del sagrado Monte Hyjal, en cuya cima se encontraba el árbol del mundo Nordrassil (que le confería su inmortalidad a los elfos de la noche), se reúnen Malfurion, Tyrande, Thrall y Jaina. Esta última les informa que Archimonde marchaba hacia la cima del monte. La intención del señor demoníaco era absorber el gran poder del árbol para añadirlo al suyo y después incinerar el mundo desde dentro.
Malfurion, sabiendo que ninguna fuerza mortal sería capaz de parar a Archimonde, preparó una trampa para aniquilar a su enemigo. Pero para eso necesitaba que los ejércitos de la Alianza y la Horda retuvieran a la Legión Ardiente y a la Plaga todo el tiempo que fuera posible.
Así se hizo. Las filas de la Legión avanzaban y la Alianza y la Horda les salieron al encuentro. Cuando ya no podían resistir más, se teletransportaban fuera de la batalla con la magia de Jaina Valiente. Después de una dura batalla, Archimonde logró acceder a la cima del monte Hyjal y posar sus manos sobre el tronco de Nordrassil.
Sin embargo, la trampa de Malfurion estaba preparada. Soplando el cuerno de Cenarius, miles de fuegos fatuos (espíritus ligados a la naturaleza) se abalanzaron sobre Archimonde. Este, al darse cuenta de la trampa, intentó quitárselos de encima. Pero ya era demasiado tarde. Archimonde fue consumido por el poder del mundo que tanto quería destruir.
Al morir, su cuerpo estalló de una forma tan violenta, que dañó severamente al árbol del mundo, de forma que los elfos de la noche sacrificaron su inmortalidad a cambio de un mundo en el que vivir.
Con la muerte de Archimonde, los planes de la Legión se vinieron abajo y la resistencia de Azeroth fue victoriosa.
Bajo la luz del crepúsculo de ese día tan decisivo, el otrora Guardián Medivh contemplaba desde lo alto del monte Hyjal los ejércitos unificados que celebraban la victoria. Y entonces proclamó:
Las raíces sanarán a tiempo, así como el mundo entero. Los sacrificios se han hecho. Así como los humanos, los orcos y los elfos de la noche desecharon su antiguo odio y permanecieron unidos ante un enemigo común, la naturaleza se alza para desterrar a la sombra para siempre. En cuanto a mí, he vuelto para asegurarme de que habría un futuro; para enseñar al mundo que ya no necesita Guardianes. La esperanza de futuras generaciones siempre ha residido en manos mortales. Y ahora que he terminado mi trabajo, ocuparé mi lugar entre las leyendas del pasado.
Medivh no volvió a ser visto desde ese día.
De esta forma concluye la Tercera Guerra.
Unos meses después de la batalla del monte Hyjal. La celadora elfa de la noche Maiev Cantosombrío seguía la pista de Illidan y esta lo llevó al Mare Magnum, hasta las Islas Quebradas y al final hasta la Tumba de Sargeras, que Gul’dan había hecho surgir del fondo del océano hacía alrededor de 16 años.
Al consumir el poder de la calavera de Gul’dan, Illidan tuvo conocimiento de ese lugar y se embarcó en busca del poder del Ojo de Sargeras.
Para entender qué pasa en este punto de la historia, hay que remontarse a dos años después de la Segunda Guerra. Cuando Ner’zhul huyó de Draenor a través de uno de los portales que él creó, fue emboscado por Kil’jaeden. Como castigo por su desobediencia, el demonio despedazó el cuerpo de Ner’zhul manteniendo su espíritu intacto. Después le ofreció una última oportunidad: servirle o sufrir el tormento eterno. Ner’zhul no se lo pensó dos veces.
Kil’jaeden encerró el alma del orco dentro de un yelmo y le concedió grandes poderes necrománticos. Después lo lanzó hacia el mundo de Azeroth y cayó en el continente de Rasganorte. Sin embargo, Ner’zhul no fue solo. Los Señores del Terror de la Legión fueron enviados a vigilarlo y asegurarse que tenía éxito en su misión.
Ese día, Ner’zhul dejó de existir y desde entonces se le conoce como el Rey Exánime. Pero, tras corromper a Arthas con la Agonía de Escarcha, el Rey Exánime empezó a ir en contra de la Legión. Y cuando Archimonde murió, Kil’jaeden se dio cuenta que su creación se estaba saliendo de control. Por lo que contactó a Illidan y le ofreció un gran poder a cambio de que este destruyese al Rey Exánime para siempre.
Para eso se embarcó a la Tumba de Sargeras a buscar el poder necesario para cumplir su misión.
De vuelta al presente, Maiev se vio superada por Illidan, quien usaba a los nagas (una raza de elfos de la noche que sufrieron una maldición que los convirtió en monstruosidades acuáticas) como su ejército.
Maiev envió a buscar a Malfurión para intentar detener a su hermano, y este acude junto a Tyrande a auxiliar a Maiev. Sin embargo, esta le guardaba un profundo rencor a Tyrande por haber liberado a Illidan y asesinado a muchas de sus Celadoras.
Illidan huye hacia las tierras que antes eran Lordaeron y que ahora se conocían como las Tierras de la Peste, invadidas por los no muertos.
Los elfos de la noche lo persiguen. Al ver el estado de esos bosques, Malfurion se separa del grupo para entrar en contacto con la naturaleza. Maiev y Tyrande se encuentran con el príncipe del reino élfico caído de Quel’thalas: Kael’thas Caminante del Sol; quien ahora era el líder de los supervivientes del ataque de la Plaga, que se hacían llamar los elfos de sangre.
Tyrande ayuda a Kael a llevar a su gente a un lugar seguro a cambio de que los elfos de sangre les ayuden a atrapar a Illidan. Sin embargo son atacados por los no muertos y Tyrande se queda atrás para contenerlos sobre un puente, este colapsa y Tyrande cae al río. Maiev la da por perdida y cuando Malfurion regresa le informa de la muerte de su amada.
Mediante su comunión con los bosques, Malfurion supo que Illidan estaba atacando con un poder abrumador el continente de Rasganorte y estaba partiendo los casquetes polares. Supo que se podría provocar un desastre si no detenían a Illidan.
Malfurion, Maiev y Kael atacan a Illidan quien se había acuartelado en las ruinas de Dalaran y logran interrumpir su hechizo.
Malfurion culpa abiertamente a Illidan por la muerte de Tyrande, pero Kael interviene comentando que quizá ella aún siga con vida. Malfurion se vuelve a Maiev y le promete un castigo, después de que encuentren a Tyrande.
Illidan ayuda a buscarla, puesto que él nunca querría hacerle daño. Al final es localizada gracias a los naga de Illidan.
Malfurion perdona la vida de Illidan por la ayuda prestada. Este abre un portal y escapa sabiendo que Kil’jaeden no estaría contento con su fracaso. Pero Maiev, ciega de venganza, cruza el portal tras Illidan junto a un grupo de sus Celadoras.
Mientras, en la capital derruida de Lordaeron, los Señores del Terror a cargo de cuidar el reino en nombre de la Legión aún no se enteraban de la muerte de Archimonde. Arthas irrumpe su reunión, les habla de la derrota de Legión y se adelanta a darles muerte a los demonios, pero estos huyen a tiempo.
Ahora Arthas se proclama rey de las TIerras de la Peste y se dedica a asesinar a todos los humanos que aún habitasen esas tierras.
Poco después Arthas sufre un ataque de dolor y siente la llamada del Rey Exánime quien le ordena que vuelva a Rasganorte lo antes posible.
El ataque de Illidan había abierto una fractura en la estructura donde se encontraba el Rey Exánime, por lo que ahora estaba perdiendo poder.
Al saber de esto, los Señores del Terror prepararon un golpe de estado para asesinar a Arthas y establecer su dominio en las Tierras de la Peste. Para eso contactan a Sylvanas Brisaveloz, la antigua general forestal de Quel’thalas.
El Rey Exánime estaba perdiendo el control de muchos no muertos debido a sus heridas. Por lo que ahora Sylvanas había recuperado su propia consciencia. Decidió participar en el golpe pero a su propia manera.
Cuando Arthas se preparaba para partir a Rasganorte, los Señores del Terror lo atacaron y se vio obligado a huir. En eso aparece Sylvanas quien lo atrapa y estuvo a punto de asesinarlo cuando es rescatado por Kel’thuzad. Sylvanas huye jurando venganza.
Arthas llega a la costa y se embarca a Rasganorte, dejando a Kel’thuzad a cargo del reino.
Mientras, los restos de la Alianza en Lordaeron intentan luchar contra los no muertos, pero su líder, el Mariscal Garithos, siente desprecio por las razas que no sean humanas. Por lo que tiene muchos roces con el príncipe Kael y los elfos de sangre. Así que decide mandarlos de carne de cañón para que mueran a manos de la Plaga.
Sin embargo, Kael es auxiliado por los naga y su líder, Lady Vashjj. Al enterarse de que Kael tenía tratos con los naga, Garithos los encierra en las mazmorras de Dalaran y decide ejecutarlos a todos por traición. Pero aparece Vashjj y los rescata, usando un portal abierto para huir del lugar.
Ellos aparecen en un lugar destrozado y asolado. Los restos del mundo de Draenor, que ahora se conocían como Terrallende. Allí, buscarían a Illidan para ayudarle en sus propósitos. Lo encuentran siendo escoltado por las Celadoras de Maiev, quienes lo habían capturado. Lo rescatan y Kael le jura lealtad a cambio de que Illidan ayudase a su gente a combatir su sed de magia, que sufren desde que la Fuente del Sol fue corrompida por Arthas.
Para establecerse en Terrallende, Illidan ataca un lugar llamado el Templo Oscuro junto a los elfos de sangre y los nagas. El lugar había sido tomado por un demonio llamado Magtheridon, pero este fue finalmente derrotado por Illidan.
Cuando estos celebraban su victoria, Kil’jaeden apareció frente a ellos. Illidan se excusa diciendo que solo buscaba aliados para atacar al Rey Exánime, por lo que el demonio le dio una última oportunidad. Illidan, Vashjj y Kael comenzaron a prepararse para atacar al Rey Exánime.
Mientras, en Lordaeron, los Señores del Terror establecen su dominio en esas tierras. Pero Sylvanas se opone a ellos y comienza a atacarlos uno a uno. Cuando el Señor del Terror Varimathras se ve rodeado, jura lealtad a Sylvanas y le ayuda a asesinar al resto de Señores del Terror. Finalmente, Sylvanas se alza como la Reina Alma en Pena y los no muertos que fueron liberados del control del Rey Exánime pasaron a llamarse los Renegados.
En Rasganorte, Arthas llega para encontrarse a los elfos de sangre y los nagas, quienes se dirigían a atacar la ciudadela del Rey Exánime: el glaciar Corona de Hielo.
Para ganar tiempo, Arthas atraviesa el reino subterráneo de Azjol-Nerub y logra llegar en el momento indicado para enfrentarse a sus enemigos ante las puertas de la fortaleza del Rey Exánime.
Arthas e Illidan se enfrentan, pero este último cae derrotado y Arthas lo abandona para que muera en el frío del congelado norte.
Sin embargo, Illidan sobrevive y regresa a Terrallende.
Arthas asciende a encontrarse con el Rey Exánime. Usa la Agonía de Escarcha para romper el bloque de hielo que lo encerraba y se puso el yelmo en la cabeza, fusionándose así con Ner’zhul. Un nuevo Rey Exánime ascendió al Trono Helado.
Allí, Arthas se sentó y empezó a dormir, esperando a que llegase su hora.
Mientras, en Kalimdor, los orcos crearon una nueva nación cerca de las costas orientales del continente: Durotar, y su capital Orgrimmar.
Mientras, lejos de allí al sur, Jaina fundó la ciudad de Theramore, habitada principalmente por los supervivientes de Lordaeron.
Los orcos empezaron a sufrir misteriosos ataques de los humanos y Thrall envió a Rexxar, un gran guerrero que se ganó la confianza del Jefe de la Horda, a Theramore a averiguar si los ataques eran cosa de Jaina.
Ella niega tener algo que ver con los ataques. En eso, su padre el almirante Daelin Valiente (quien no había participado en la guerra en Kalimdor) arriba a Theramore. Daelin era el responsable de los ataques, pues creía que los orcos seguían siendo los mismos bárbaros a los que se enfrentó en la Segunda Guerra.
Rexxar huye y reúne a los aliados de la Horda para enfrentarse al Almirante.
La Horda lanza un ataque masivo, siendo apoyados por Jaina quien deseaba la paz entre la Alianza y la Horda, y finalmente Rexxar asesina al padre de Jaina.
Habían logrado evitar una nueva guerra, pero las heridas del conflicto fueron abiertas una vez más.