[Relato] Reinos

Buenas noches, mirando este foro, he visto que ya casi no se publican relatos o fanfics de WoW, por lo que me gustaría dejar uno que he escrito hace un tiempo ya, y que habla de Azeroth en un futuro algo lejano, espero que les guste;

REINOS

El carruaje se movía despacio por el empedrado mientras que la ciudad comenzaba a dibujarse entre la niebla del puerto, era la primera vez en años que Charles visitaba la Ciudad de Ventormenta, su ultima visita había sido hacía ya tanto tiempo que los recuerdos comenzaban a escaparsele, pero todavía se acordaba de las risas, de los chapuzones en los canales, de los árboles de manzanas de los cuales se robaban las frutas en primavera. Pero todo eso había cambiado, el puerto estaba rodeado con acorazados y fragatas repletas de girocópteros para levantar vuelo ante la mas mínima señal de peligro, una nueva muralla se abría paso para separar el puerto del resto de la ciudad, era una piedra blanca repleta de braseros, y en sus torres habían cañones y escorpiones listos para destruir cualquier amenaza. -Parece que el Rey no ha estado ocioso, esta ciudad parece estar repleta de armas, Señor- dijo una voz rasposa frente a Charles. Charles levantó su mirada hacia quien le hablaba y vio a su ayudante, era joven, bueno, había sido joven, sin embargo en su frente la piel empezaba a arrugarse <> pensó mientras asentía -Nosotros tampoco hemos estado ociosos, Albert, por eso hemos venido aquí, tenemos que pactar la paz, de lo contrario, estaremos en una guerra eterna, y ninguno quiere eso- dijo con voz suave, mirando por la ventana con tono pensativo, mientras los cascos de los caballos seguían sonando contra el suelo, llevando lentamente el gran carruaje hacia el Castillo.

Forel era alto para su edad, mas bien era alto para cualquier edad, y embutido en su armadura de placas que pesaba tanto como un hombre delgado, parecía mas alto, y sin embargo, sentía en su espalda el escalofrío del miedo y la desconfianza -Ha sido una locura traerlos hasta aquí, Maestro, deberíamos haber volado su barco en cuanto se avistó en el horizonte- dijo un joven adulto, casi un niño, que miraba hacia la muralla del castillo con los ojos entrecerrados. -No te precipites, aprendiz, la Luz no permitirá que gente de su calaña profane la Capital de la Luz- dijo Forel mientras pensaba con tristeza <<Y sin embargo, la Luz no acudió cuando el León Blanco se enfrentó a ellos>>. Anduin Wrynn, antiguo Rey de Ventormenta, luchó durante muchas décadas bajo el abrazo de la Luz contra todos los males que se presentaron, fueron años de gloria donde la Orden de la Mano de Plata retornó a su antigua gloria, con el pasar del tiempo, el Pequeño León se transformó en el León de la Luz, y luego en el León Blanco, cuando su cabello y su barba se volvieron tan blancos como la nieve, y ya habían pasado muchas décadas de eso, se preguntó que habría pensado el Viejo Rey. Todavía era un niño sirviendo como acólito cuando llegaron las noticias de su muerte, y sin embargo, sin haberle conocido, lloró, no por él, ni por el Viejo Rey, sino porque una parte de la Luz murió ese día. -Ahí vienen, guardias, atentos a cualquier movimiento- dijo Forel saliendo de sus pensamientos sombríos.

El carruaje estaba hecho de madera de ébano, era la mas fina de todo Azeroth, con relieves que constituían una mano gigante, como si estuviera sosteniendo la estructura interna del carruaje. Los dos caballos que tiraban del carruaje tenían una armadura de hierro negro que los cubría de cualquier daño, mientras que las ventanas tenían cristal pero eran protegidas con finas hebras de hilo de plata, aunque su brillo indicaba que habían hechizos que también lo protegían, y a lo alto, como observando toda Ventormenta… El Ojo de los Renegados, la máscara partida, un símbolo que causaba pavor en cualquiera que lo mirara.
Los renegados salieron del carruaje y observaron a Forel y a su aprendiz, Charles notaba la incomodidad del paladín ante la no-muerte del embajador, y sin embargo, debía soportarlo de momento, -Embajador Aisnworth, bajo todas las leyes de la hospitalidad, le aseguro salvoconducto a Ventormenta en nombre del Rey, esperemos que honre ese acuerdo, y no intente nada que pueda ser tomado como acto de guerra- dijo Forel mientras observaba al renegado. -No se preocupe, Maestro de Guerra, aunque muchos no lo crean, los renegados tenemos honor, ahora me gustaría reunirme con su embajador, para discutir los términos de nuestro acuerdo- dijo Charles mientras toda la comitiva comenzaba a entrar al castillo.

El Rey suspiró al escuchar la noticia de que la comitiva había llegado, suspiró como si cargara todo el peso del mundo en sus hombros, y es que para sus 50 años, Bolvar Wrynn, nieto del Viejo Rey Anduin Wrynn y bisnieto del legendario Varian Wrynn, la vejez le había llegado prematuramente. Miró hacia las estatuas de los reyes que le habían precedido, y por momentos añoró tiempos mas simples, tiempos donde los malos eran visibles y no habían tantas traiciones. Pensó en el maestro de su abuelo, un Draenei llamado Velen, hacía medio siglo que había partido al exilio y nadie había vuelto a tener noticias de él, pensó en antiguos aliados como los Elfos Nocturnos, que poco a poco comenzaban a desaparecer de Azeroth, las pocas poblaciones comenzaban a crear reinos escondidos mediante magia, haciendo que fueran invisibles para cualquiera. Pensó en los enanos y los gnomos, recluidos en Dun Morogh y en Mecandria, aislados del mundo, añoró la Alianza, el baluarte de las razas nobles de Azeroth, que en su momento de mayor auge se opusieron contra la amenaza de la Reina Alma en Pena, y se sintió roto… Era un Rey Roto, sabía que no podría lograr la gloria de sus antepasados, y sin embargo <<A veces, la mayor gloria a la que podemos aspirar, es la paz>> se dijo a si mismo. Se levantó del Trono, y con paso decidido, se encaminó hacia la sala de diplomáticos.

-Nuestra Reina quiere dejar bien en claro que solo firmaremos la paz luego de que el Reino de Ventormenta declare enemigo a los rebeldes que conspiran contra el Trono de nuestra señora- dijo Charles enérgicamente, mirando al humano ataviado con un traje negro bordado con hilo de plata. -El Reino de Ventormenta no tiene potestad ni le interesan las rencillas internas, solo queremos firmar un tratado de paz, todo al sur de la frontera de Dun Modr pasará a ser el Reino de Ventormenta, y cualquier acto de agresión, por menor que sea, será considerado un acto de guerra, no vemos motivos de que debamos involucrarnos en las rencillas rebeldes que mantienen en su reino- dijo el embajador humano, negándose a dar el brazo a torcer. -Embajador Aisnworth, ya hemos repetido que no quedan ningún orco, trol o tauren en nuestras tierras, ni de la antigua horda ni de los rebeldes que responden al nombre de Hijos de Go’el- dijo el Rey, mientras entraba decidido en la cámara y miraba con firmeza al renegado, a la vez que se sentaba en la silla mas alta -Nosotros queremos que nuestros hijos crezcan en paz, que su mayor miedo sea el frío, no el cuerno de guerra de sus ejércitos-. Charles miró al rey y vio a un hombre envejecido, sin esperanzas, derrotado, vio a un hombre que solo quería morir en paz, sin guerras, y en ultima instancia, se vio reflejado a si mismo, él también quería paz, estaba cansado de las guerras, de las escaramuzas y las luchas por recursos -Como sabrá, desde la muerte definitiva de nuestra anterior reina, han habido muchos cambios, la Horda ya no existe, solo el Reino Olvidado, por lo que nosotros también queremos paz, nuestra reina actual también quiere paz, por eso tenemos que asegurarnos de que Ventormenta no ayudará a los rebeldes, para poder asegurar la paz interna-. -¿Y qué me dice de un grupo rebelde dentro de los propios renegados?, creo que se hacen llamar “Lágrimas de la Reina”, en honor a su antigua reina- dijo el Rey, mirando al renegado tratando de adivinar sus intenciones. -Si, nuestra reina se lamenta que exista ese grupo, intentó hacerles ver, que a pesar de no estar de acuerdo con algunas cosas… honrará a su hermana- dijo Charles, asintiendo. -Esta bien, emitiremos una declaración, todo ser que se oponga al Reino Olvidado, no tendrá ninguna ayuda ni alojamiento del Reino de Ventormenta, no nos involucraremos, y su reino se mantendrá lejos del nuestro, esperemos que esto sea el inicio de una paz duradera- Dijo el rey mientras se levantaba y salía de la habitación, mientras que en el fondo, sentía que jamás podría haber paz, no con ellos, no así.