Última guardia: Fanfic

Ha pasado tiempo desde la última vez que los vi, nos enviaron a una expedición de reconocimiento a las hermosas pero indeseables tierras altas de Arathi. Debemos pasar desapercibidos para no captar la atención de la alianza y sus vigilantes. A veces, en mi descanso, me pongo a ver el único recuerdo que tengo de mi familia… dónde está mi amado esposo y mis dos queridos hijos, ambiciosos mis ojos que con nostalgia las ve, contando los días que faltan para regresar.
No me arrepiento de haberme unido a la horda, pero a veces pienso que esta guerra nunca terminará, solo es un ciclo sin fin de grandes periodos de batallas donde solo las personas que buscamos la paz, terminamos afectadas. Mi familia, ellos son lo único que me queda, son mi voluntad para seguir adelante, aunque a veces flaquee y hasta dude de mis motivaciones, recordar que con cada acción estoy a un paso de volver a verlos, me llena el corazón de valor.

Mi compañero de guardia no es nada menos que un orco, bastante perspicaz pero muy poco ortodoxo, se la pasa hablando de honor y batalla, a veces hubiera preferido la fétida y helada compañía de un no-muerto. Serán callados, fríos «literalmente hablando» pero al menos son más silenciosos. Siento que cada vez que abre su boca nos está delatando «¿Cómo es que hay algunos que aprenden a manejarse entre las sombras del sigilo?». Supongo que nunca lo averiguaré.
En fin, debemos cumplir la última noche, no hay nada que reportar, llevamos al menos 3 días aquí y todo ha sido igual, se suponía que debíamos inspeccionar, pero según nuestro comandante no podemos movilizarnos hasta que llegue el mensajero y nos dé el visto bueno que la alianza no ha sabido de nuestros movimientos.

En las pocas oportunidades que mi compañero habla a un tono de voz que mis puntiagudas orejas pueden tolerar, me cuenta que su hermano, un señor de la batalla, peleó junto a un “Adalid”. Obviamente no le creo… esos “héroes” son solo leyendas, y si existiesen, estoy segura que no perderían el tiempo con un simple soldado condecorado. Pero… a veces fantaseo con la idea de si existen en verdad «¿Cómo serán?».

—Oye… —le susurré dándole un golpe al hombro.

«Estas bestias solo responden a golpes»

—¡Qué! ¿Enemigos? ¡Por la hor…!

—¡Shh!

—Ah perdón… ¿Qué quieres? ¿Ya me toca mi turno?

Él estaba durmiendo, los orcos siempre comen, duermen o pelean, son tan…complejos.

— No, no es eso… cuéntame de tu hermano el “super orco lord no sé qué”.

— ¡Ja! El gran señor de la guerra Xoruk, querrás decir.

— Si… ese…

— ¿Quieres oír la historia de cómo le cortó la cabeza a TRES alianzas a la vez? Es de mis favoritas.

— No… no. Cuéntame la ocasión que conoció a un “adalid”.

— Oh… esa es de mis favoritas también.

— Todas son tus favoritas…

— Pero esa es de mis mejores favoritas. Pues él estaba comandando una expedición de élite cerca del paso de la muerte, pero lamentablemente fueron emboscados y rápidamente superados en números por no muertos y espectros ¡Eran demasiados!

— Ya, pero no grites…

— Entonces, supo que moriría, así que como un verdadero guerrero, inhaló fuertemente y gritó por última vez…

— No lo digas…

— ¡Por la horda!

— Tenías que decirlo…

— ¡Pero de pronto…! Apareció desde un caballo llameante y de él emergió un poderoso no-muerto con una armadura nunca antes vista, canalizó poderosas energías viles que chispeaban de entre sus dedos y ojos, podría haber iluminado todo el paso de la muerte con esas llamaradas del infierno. Y en un parpadeo, arrasó con facilidad a las amenazas. ¡Fue todo un honor! Y luego le preguntó a mi hermano sobre alguien que estaba buscando, llevaba un papiro con algunas indicaciones ¡Hasta fue amable! No cabe duda que aquel día, mi hermano pese a que debía morir, sobrevivió para una próxima batalla.

— Esa… esa no fue la historia que contaste la otra vez.

— Pues esta es otra, déjame dormir —dándose la vuelta y casi roncando instantáneamente.

— Lo sigo creyendo… estos “adalides” no son más que inventos para que creamos que allá afuera hay poderosos y legendarios héroes que nos defienden de las amenazas. Que caen desde el cielo con caballos envueltos en llamas o dragones o vaya a saber que más.

Ya han pasado dos horas desde que tuvo que venir nuestro relevo, lo curioso es que siempre se retrasa, pero no más de un rato. Estamos escabullidos en una pequeña cueva al oeste, casi rodeando el muro de Thoradin, a unos cuantos kilómetros se encuentran varios asentamientos y una gran base: Stormgarde, una fortaleza llena de humanos, y también… llena de soldados.

Me empiezo a poner nerviosa por todo esto, hay demasiado silencio, y la humedad de este lugar comienza a hacerme molestar, sin mencionar que la armadura que proporciona la horda no fue hecha para elfas de sangre… como desearía llevar mi armamento personal. Desconozco por qué nos enviaron aquí, tan lejos de nuestra avanzada, no nos informaron prácticamente nada; El comandante solo dijo: “bajo órdenes directas del alto señor supremo, quien fue enviado por el mismo jefe de guerra”. Pero supongo que cuestionar a mis líderes sería una tontería, los orcos no son los seres más flexibles que conozco, y el nuevo jefe de guerra parece algo impulsivo. No es momento de volver a cuestionar mis ideales, tengo que o bien… tenemos que hacer algo.

— Oye, despierta —vuelvo a golpear el hombro de mi “tan tranquilo” compañero.

— ¿Otra vez…? ¿Qué quieres ahora Shalia?

— Ya tuvo que venir nuestro relevo, y no lo puedo ver por ninguna parte…

— Debe estar comiendo algo, que importa, déjalo —se da la vuelta para dormir de nuevo.

— Estúpi#*, hace más de dos horas que pasó.

En ese momento casi de un salto mi compañero se dio la vuelta y se puso a observar el horizonte, claramente salpicándome tierra en el proceso.

— ¿Ves… algo?

— ¿Debería? Es que estamos encubiertos, ya sabes…

— Que idio*# eres, a ver quítate —me acerco hacia el orco y trato de mirar tras su espalda—, no, no veo nada tampoco, pero ya debería estar aquí, ese es el problema.

— ¿Qué haremos entonces? ¿Por qué no usas uno de tus poderes de elfa y los llamas?

— ¿Y… qué poderes crees que tengo?

— Pues yo que sé, a ti te brillan los ojos, a mí no…

— Puff, orcos. No Borug… no soy una “elfa mágica”, es que no entrené las artes mágicas, solo un poco de arquería y combate cuerpo a cuerpo.

— Lo que me faltaba, una elfa sin magia.

— Eres un idio#*. Tenemos que hacer algo, no nos podemos quedar aquí, presiento que algo anda mal, yo voy a ir hacia nuestro campamento.

— ¡No! ¿Estás loca? Tenemos que esperar nuestro relevo y si no viene cumplimos nuestra guardia por ellos.

— ¿Pero tu sabes qué estamos cuidando exactamente? ¿O qué vigilamos? No me quedaré a averiguarlo, estas tierras me ponen nerviosa.

— Pues yo estaría igual si fuese una elfa sin magia.

— Que te calles orco mugroso.

Pasados unos minutos tomé mis cosas y me dispuse a viajar, no podía quedarme mucho tiempo más, no solo que no soportaba estar en una cueva llena de bichos, humedad y la cálida compañía de mi buen compañero, sino que también algo ocurría, soy parte de la horda, siempre iremos hasta el final. Borug decidió quedarse, aunque se lo veía un poco pensativo pero relajado, supongo que los orcos como él solo saben recibir órdenes, que pena, en el fondo estaba empezando a no despreciar tanto su compañía.

Al abrir mi mapa tracé un recorrido bastante largo, rodeando todas las posibles amenazas que me llevarían justo donde estaba nuestro campamento, al noreste del muro de Thoradin. Con mis provisiones, armada con un hacha ligera y un rudimentario pero eficiente escudo de madera, y una bastante incómoda armadura que cubría mis hombros, pecho, espalda y piernas, que repito… fueron hechas para orcos, incluso las mujeres de esa raza eran como los hombres de la mía. Pasaron algunas horas y el manto de la noche cubrió mi presencia, pero también podía sentir como diversos animales me acechaban silenciosamente, pero si fuese un depredador grande, ya me habría atacado.

De pronto a mi izquierda oí unas ramas romperse y unas hojas moverse, casi al instante corrí hacia detrás de un árbol cercano para observar qué o quién era por una de las esquinas. Pero entre la noche e incluso las miradas acechantes, no había nada ni nadie… Volví a tomar mis provisiones, pero cuando miré hacia arriba tenía una enorme tarántula que se me abalanzó de repente, era gigantesca. Llegué a alzar mi escudo para cubrirme de sus fauces, sabía que una sola mordida o piquete, sería mi fin.

Pero sus patas comenzaron a abrazarme y la fuerza que ejercía no me daba tregua a realizar un movimiento, y la madera de mi escudo resistente pero no impenetrable comenzaba a crujir entre sus fauces. Pensé en mi familia, en mis hijos, en mi esposo, en que no podía ceder tan fácil, les había hecho una promesa, pero…

Mi escudo finalmente se quebró… cerré mis ojos, posicioné mi hacha en la trayectoria de su mordida y grité con fervor.

— ¡Por la horda! —escuché detrás de la tarántula.

Borug apareció de la nada y con su enorme hacha casi partió al medio a lo que me estaba a punto de devorar, me salvó la vida. Aunque en el proceso me salpicó con la sangre o lo que sea de esa cosa, pero no estaba tan mal, supongo que era el precio de vivir.

Cuando sacó el hacha del lomo del bicho, me dio su mano para levantarme con firmeza y podía jurar que quería abrazarlo.

— Gracias… no sé qué… decir.

Estaba impresionada, no entiendo cómo es que me siguió sin que yo me diera cuenta, de donde salió, sin duda subestimé a este orco.

— Eso te pasa por no hacer magia —dijo medio gruñendo, pero sonriente.

Y en ese momento se me fue cualquier atisbo de querer abrazarlo y mejor lo golpee.

— ¿Qué haces aquí?

— Esa pregunta creo que es mutua, pero como me salvaste la vida creo que te corresponde saber. Vine por este camino para llegar a nuestro campamento, pero tuve que elegir esta ruta para evitar…

— ¿Esos peligros? —señalando al cadáver de la tarántula.

— Si… esos…

— Cuando te estaba siguiendo, vi un pelotón de soldados, pero no eran de la alianza, tenían otro uniforme. Yo sé que me consideras un tont* por ser un orco, pero si en algo somos buenos es en la batalla y en la guerra, pues es donde nos criamos, así que si quieres hacer esto sin que te maten y volver a verte con las personas de la fotografía que miras a escondidas tendremos que trabajar juntos.

— Bien, ahora si me dejaste impresionada.

No es que solo lo subestimé, parecía otro orco el que me estaba hablando, de pronto todo ese “personaje” de honor y gloria se había resguardado tras un verdadero guerrero centrado. Es como si esta vez hubiera tomado esto con seriedad.

— ¿Entonces qué propones Borug?

— Mi hermano una vez me contó que pertenecer a la horda no significa que todos seamos leales, tengo la sensación de que nos enviaron a morir aquí. Dirigirnos al campamento sería un suicidio, creo que mejor tenemos que ir a Stormgarde a ver que está pasando.

— ¿¡Stormgarde!? ¿Y yo era la loca? No, es el asentamiento más vigilado por aquí, de ninguna manera…

— Shalia, escúchame, creo que esto es mucho más peligroso de lo que pensaba y ni siquiera yo podría con algo de este calibre, tenemos que observar, yo conozco una ruta para poder pasar desapercibidos.

— Bien, te lo concedo…

«¿Cómo es que conoce tanto este lugar?»

Luego de planear en el mapa con su nueva ruta, nos preparamos para nuestro nuevo destino, investigar qué estaba sucediendo en esa fortaleza humana y qué tipo de soldados había allí. Ahora me sentía más tranquila al caminar junto a un soldado que parecía ser otro orco totalmente diferente. Ahora con el camino trazado por mi compañero orco, nos adentramos en la boscosa profundidad de la noche a nuestra propia misión para asegurar la supervivencia y también, investigar sobre todo lo que estaba ocurriendo. Mi deber es mi familia, pero también lo es con la causa de la horda, porque un ideal no significa nada si no luchas por ello.

Rodeamos un refugio y una mina cercana para evitar ciertos peligros innecesarios, parecía que Borug conocía perfectamente este lugar, continuaba preguntándome por qué, pero no era momento de hacer preguntas, teníamos que completar nuestra misión. La noche aún cubría nuestro rastro, pero no quedaba demasiado tiempo, así que descansar no era una opción viable. Admito que me hubiera encantado tener alguna montura, incluso me subiría en esos pulgosos lobos con tal de no seguir caminando con estas “ultras cómodas” botas del ejército de la horda.

—Espera —susurró Borug.

La silueta del castillo ya se notaba a la vista en el horizonte, para ser un lugar “semi abandonado” se lo veía muy activo e iluminado. Sin embargo, no entendía por qué mi compañero me había frenado si el camino parecía despejado, hasta que…

—Mira allí —señala con la mano hacia la izquierda, entre unos árboles.

Una silueta casi invisible se podía ver con dificultad.

—¿Un vigía tan lejos del castillo? —pregunté retóricamente.

—Los vigías con capacidad de camuflarse no suelen estar entre las tropas normales, aquí hay algo más…

—¿Cómo lo has visto desde tan lejos y cómo sabías dónde estaría? —volteé para verlo directamente, al menos si me mentía, sabría por su idioma corporal que algo ocultaba.

—Esos malditos alianzas, puedo olerlos a kilómetros.

—Interesante… Pero entonces, ¿Qué haremos? seguro debe haber más.

—Exactamente, tenemos que eliminarlo.

—¿Cómo eliminaremos algo que no podemos ver con claridad?

—Es verdad, no podemos verlo, sobre todo si usa sus habilidades de sigilo…

—Pero podemos atraerlo ¿No?

—Hey… sí, que bien —sonrió y me dio una palmada al hombro.

Nos escabullimos muy despacio para estar un poco más cerca, próximo al castillo había una cripta, la cual seguramente estaría llena de no muertos caníbales. Así que, si fallábamos, no solo alertaríamos todo el asentamiento, sino también a estos seres repugnantes.

Comunicándonos entre señas militares logramos avanzar lo más posible, hasta que casi en la puerta de la cripta había un pequeño lago, nos reunimos de nuevo para poner en marcha el plan.

—Bien Shalia, desvístete.

—¡¿Qué?! Oye me salvaste la vida, pero… no eres mi tipo ¿sabes? Además, tengo esposo…

—Qué dices niña, sácate la armadura nada más.

—Ah, si… ¿Por qué?

—Porque le pondremos tu armadura a uno de estos bichos no muertos para que los atraiga y allí los emboscamos.

—Oye y por qué no te quitas la tuya, tu tienes piel de tiburón, seguro sin eso las espadas tampoco te afectan.

—Vamos… ni que fuera la primera vez que veo a una elfa sin armadura o qué… ¿No llevas nada debajo?

—Claro que sí, pero… bueno ya que, pero te volteas.

—Obviamente… iré a buscar nuestro cebo.

Borug se adentró en la cripta sin ningún tipo de temor, sin fuego que lo iluminase, solo él y su hacha. La verdad es que en ese momento ya no sé si estaba tan centrado, creo que solo quería lucirse… Por mi parte me quité toda la armadura, por fin pude respirar sin 20kg encima, aunque estaba desprotegida, me dejé los cueros y pieles que se colocan previamente y arranqué una de las hombreras.

«Donde estará este orco demente, ya debería estar aquí con un bicho de esos.»

De la nada, apareció todo lleno de vísceras y huesos, con una no muerta sin mandíbula en sus hombros.

—Pobres criaturas infelices, ni para comer sirven, mira le falta la mitad de su boca.

—¿Eh? No, yo se la arranqué. Mordía como una condenada, ahora solo hace cosquillas, ja ja.

—Por qué no me sorprende…

Con algo de dificultad le pudimos colocar mi armadura a la no-muerta.

—Bien… ¿Y ahora Borug?

No me respondió, solo se alejó unos cuantos metros y de un giro lanzó a la no muerta justo en medio del camino. El metal de las placas se estrelló contra el suelo con gran fuerza e hizo un considerable ruido. La pobre infeliz dentro de esa armadura increíblemente se puso de pie y comenzó a caminar de manera errática.

—¿Qué haces? —cuando volteé a ver a mi compañero, ya no estaba…

Así que rápidamente observé la colina donde estaría el vigía, que tampoco se encontraba allí, o al menos no pude verlo. Desenvainé mi hacha y me escondí en unos arbustos esperando lo peor, hasta que escuché el gruñido de un humano cerca de mi… Era el grito silencioso de una muerte rápida provocada por mi compañero que logró dar con unos de los vigías.

Alzó la mirada hacia mi y de pronto dio un giro de 180° como un torbellino y lanzó su hacha en mi dirección, por reflejos me agaché y se oyó como la carne y huesos se cortaban junto a un quejido de dolor. Justo detrás de mí estaba el otro vigía, que si no fuera por el hacha de Borug me habría dado una emboscada por la espalda.

—Casi me arrancas la cabeza ¡estúpi*#! —agradecida pero enfurecida que, si no me mataba uno, me hubiera matado su hacha.

—¿Sabías que la esquivaría? Dime.

—Seré honesto contigo Shelia: el hacha se escapó de las manos…

—Esto no cuenta como otra salvada eh, casi me matas tú, demente. Bueno… ¿Ya?

—Si, ahora podemos pasar, vámonos que la noche se termina.

Rodeamos justo por el camino donde los difuntos vigías se encontraban y en la zona más alta que pudimos encontrar al fin se vio lo que tanto queríamos. Pero era mucho peor de lo que pensábamos…

—¿Qué hacen esos humanos con… orcos? ¿Taurens? ¿Trolls? ¿Elfos de la noche? ¿Qué es esto? —volteé a ver la cara de Borug para ver si compartía mi sorpresa, pero su rostro denotaba preocupación.

—¿Qué sucede?

—Toda nuestra expedición debe estar muerta. Eso de ahí no es un pelotón común… eso de ahí es un culto. Debemos irnos, ahora… ¡YA! —gritó en susurro mientras su expresión remarcaba lo delicada que era la situación.

Rápidamente, pero con sigilo nos levantamos, nunca había visto a mi compañero tan preocupado.

—¿Qué sucede? Solo es un batallón, informemos y nada más.

Borug se frena de repente y me sostiene de los hombros.

—Escucha Shelia: este culto es uno de los más poderosos, se creían extintos tras la caída de su amo en las tierras heladas del norte. Pero ahora han resurgido y justo cuando Orgrimmar se encuentra casi sin tropas por las expediciones del nuevo jefe de guerra; por eso nos enviaron a zonas como estas, para eliminarnos en silencio y en tierras de la alianza y usarlos de chivo expiatorio, en consecuencia, desatar la cuarta guerra. Mientras tanto, juntan un ejército que seguramente atacarán en el peor momento en caso de que eso no funcione, debemos avisar de inmediato y pedir refuerzos.

—¿Tú me estás diciendo que el Culto de los Malditos ha regresado? Eso es imposible…

—Pues abre tus verdes ojos y velo de nuevo, son ellos, su marca es inconfundible, es un milagro que no sepan que estamos aquí, si es que no nos están buscando ya…

A paso ligero nos escabullimos para bajar la colina y dirigirnos hacia el norte, de allí iríamos a algún asentamiento de los renegados y podríamos volar o informar desde ese lugar. No sería tarea fácil, esto era mucho más grande de lo que creíamos, y seguramente habría acólitos por todas partes, incluso en nuestras filas…

Borug apuntó hacia una mina presuntamente abandonada para ocultarnos allí hasta la noche y luego intentar volver. Seguramente éramos los únicos soldados de la expedición con vida. Pero de repente frente a nosotros apareció algo de entre las sombras.

—¡Shelia, espalda con espalda! —gritó Borug posicionándose en mi flanco y yo en el suyo.

De la nada comenzaron a aparecer y nos dimos cuenta que estábamos rodeados, no eran solo uno o dos, eran al menos diez.

—¿Más? Mejor, esto será divertido —gruñó Borug.

—Fue un gusto servir a tu lado, orco asqueroso.

—¡Lo mismo digo Elfa sin magia! ¡Por la horda!

En simultáneo saltaron para atacarnos, pero nuestras espaldas no podía ser su objetivo, Borug dio un corte que rajó la carne de dos vigías de una sola vez. Yo crucé el mango del hacha para defenderme de una puñalada siniestra, pateando a uno y realizando un rápido golpe ascendente levanté por los aires la mitad de la cabeza de otro vigía.

—¡Shelia, abajo! —dijo mi compañero de armas.

Agachándome como si nuestras mentes se comunicaran dejé que el hacha doble de mi compañero arrasara con los que tenía en mis flancos con su imparable torbellino, luego intercambiando posición con giros dobles logramos vencer a otros más. Sus ataques eran rápidos, pero los nuestros eran mortales.

Matábamos a dos o tres y aparecían más y más, de entre los ataques se colaban cortes y golpes. Nuestras armaduras nos cubrían, pero podía sentir en el fragor de la batalla, la sangre pintando mis heridas cada vez más y el calor de mi aliento que en cada grito denotaba la fatiga.

Sin embargo, no íbamos a entregarnos con facilidad. Pero… el hacha de mi compañero y la mía ya no eran tan rápidas ni fuertes como en principio, cada vigía que aparecía nos costaba más y más… hasta que de pronto un quejido que no era de un humano se oyó tras de mí, cuando me di la vuelta; era mi compañero evitando una puñalada y poniéndose en la trayectoria.

Una de sus rodillas tocó el suelo, lo defendí de otro que aún estaba en pie, pero de nuevo me había salvado… supongo que le debía demasiadas vidas que no podría pagarle.

—Bromeaba… cuando dije… que tenías piel de tiburón, que estúpido eres… —dije casi sin aliento.

—Bah, he… tenido peores… —gruñó sonriendo mientras la oscura sangre brotaba de su herida entre los dedos de sus manos que trataban de cubrirla.

—Supongo que… ¿Son todos?

—No Shelia… solo era la primera oleada, vendrán más, pero tenemos un respiro para alejarnos, vámonos…

Como pudimos nos escapamos del lugar. Borug estaba mal herido y dejaba un rastro de sangre a cada paso, yo aunque golpeada y lastimada no estaba en esa situación. Pero pude ver un atisbo de esperanza, por más pequeña que fuese, era una luz entre tanta oscuridad y sangre…

—Tenemos que reponernos y llegar hasta Tarren-mill… sé que te reprondrás tus heridas, eres un orco, solo debemos aguardar, ¿Me oyes?

—No… tu vete sin mí, yo aún puedo pelear. Y cuando vengan los distraeré y tú corres todo lo que puedas.

—No voy a dejarte… somos compañeros Borug.

—Sabes Shelia, hay una parte de la historia que jamás conté… ¿Recuerdas la historia del adalid?

—Sí pero no tiene nada que ver, no hables por favor…

—Mi hermano Xoruk… Murió aquella vez, murió salvando la vida de una familia de humanos que iban en un desesperado viaje para bosque del ocaso.

—¿Qué? ¿Un señor de la guerra salvando vidas humanas? no tiene sentido.

—Si… porque eran vidas inocentes y él estaba harto de asesinar personas que no tenían nada que ver. Pero su acto lo condenó y también a mí, que estaba en su expedición.

—Tu… tú estabas allí… ¿Y el famoso “adalid”?

—Mi hermano fue el adalid en ese momento Shelia, Xoruk se convirtió en un héroe para esas personas. Porque de eso se trata serlo, de que nada te —tosió escupiendo sangre—… nada te… impida salvar una vida inocente, ni un estandarte, ni una bandera o un color…

Los ojos del orgulloso soldado orco se cristalizaron y sonrió mientras se desvanecía poco a poco con una cálida sonrisa entre sus colmillos, mientras sostenía mi mano.

—¡Oye! ¡No te duermas! Espera… Bolug ¡No! Por… por favor…

El mismo sonido sombrío de un vigía se escuchó cerca de nuestra posición, replicándose una y otra vez… eran incluso más que la otra ocasión, todos observándome con las dagas afiladas y sus ojos negros, esperando el momento para abalanzarse.

—Descansa soldado, descansa… amigo —bajé sus húmedos párpados y me levanté con ambas hachas en mis manos.

De entre los asesinos dieron paso a uno mucho más sombrío, relamiéndose y chocando sus dagas, deseoso de darme muerte.

Tomé la foto que estaba manchada con mi sangre y con nostalgia la observé, recordando por un breve instante la sonrisa de mis hijos y los cálidos abrazos de mi amado. Con mi último aliento grité para ensordecer el silencio.

— Por Borug, por Silvermoon y… ¡¡POR LA HORDA!!

Epílogo:
Tiempo después de que dos soldados de la horda dieron su vida peleando para tratar de informar de las actividades del culto de los malditos, un misterioso visitante arribó desde el cielo. Luego de observar el lugar e inspeccionar los cuerpos de ambos guerreros, comenzó a murmurar palabras ininteligibles y energías que ni la noche misma podía igualar en oscuridad.
Con un potente choque en el suelo hubo una explosión que sacudió los árboles cercanos, marchitando la vegetación a su paso.

Uno de los dos guerreros, abrió los ojos.

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