Ser hija única es difícil y lo es aún más cuando tu padre tiene la idea que el mundo externo no vale la pena, durante muchos años recorrí con mi padre casi todo Kalimdor acampando en lugares no muy transitados, con la carreta jalada por venados del bosque, ahora que lo pienso si un enano nos hubiera visto nos habría tomado por la versión élfica del Padre invierno. Lo único que siempre me animó eran las historias que mi padre me narraba, de sitios lejanos (muchos de ellos perdidos para siempre a causa del Gran Cataclismo) y los libros que mi padre cargaba en un lugar de la carreta.
En algunos lugares podía jugar con los niños y en otros solo salía al exterior por un tiempo limitado, era tiempos donde no importaba que estuviera haciendo sabía que debía regresar donde estuviera mi padre y oír sus historias, en esos tiempos algo nació en mí, la idea de ser un “Héroe de la justicia”, ayudar al desvalido, vencer a los villanos y acabar con el mal, recuerdo la primera vez que se lo dije a mi padre, su mirada fue dura, pero no había rabia u odio en ella, había algo mucho peor: Decepción. La más amarga decepción, como si de pronto hubiera visto una historia ya conocida, cuando pasó un incómodo y casi eterno minuto, el sonrió y susurro: “La historia es un ciclo sin fin”
Desde ese día las historias fueron diferentes, los héroes no eran ya tan valientes y a veces perdían más de lo que ganaban, cuando le pregunté a mi padre que pasaba y solo me dijo: “En la realidad las cosas no siempre salen bien”. Además de ese cambio se suscitaron otros como cuando comenzó a darme lecciones con diferentes armas o cuando fuimos al bosque a cazar y reconocer las plantas venenosas de las comestibles.
Todo esto duró un tiempo, ademas note que nuestro itinerario de viaje cambiaba, nos acercabamos a las aldeas a preguntar por noticias nuevas, así fue como nos enteramos que había una capital élfica, que los elfos éramos parte de una alianza, las historias acerca de las valientes hazañas de esta “Alianza” y de cómo peleaban contra la “Horda”, con esto supimos que eran esos seres verdes que habían devastado algunas partes de los bosques, supe de los trolls, los Tauren y también de nuestros aliados: Humanos, Enanos, Gnomos y unos seres raros llamados Draeneis.
Conforme nos acercabamos a Darnassus, las historias eran aún más interesantes, sobre Illidan “El Gran Traidor” , sobre la Legión, un pozo del sol y la derrota de los demonios y la campaña en Rasganorte.
Debo decir que el viaje fue excesivamente lento por causa de las continuas paradas en los pueblos y las lecciones de mi padre.
Cuando llegamos a Rut’theran, mi padre decidió algo de último minuto, se negaba a entrar a Darnassus por considerarla una ciudad llena de corrupción desde las raíces mismas, así que fuimos a Cañada Umbría, en ese lugar él me hizo entrega de algunas cosas que guardaba: Un diario que había escrito donde estaba la información necesaria de todo Azeroth, afirmaba que había ido actualizando conforme hablaba con gente en los pueblos, cuando le pregunté que cómo era posible tanta información solo me dijo con una media sonrisa: “Tu viejo padre fue un explorador en su juventud”, el otro presente eran las espadas de la familia, parecidas a unas enormes garras de un animal, la concepción del arma era antigua y apenas las agarre se notaba una ligereza enorme, además una armadura de cuero y un antifaz se hallaba al costado, cuando los vi note que la talla era exacta, y lo único que puede suponer es que mi padre la había comprado en algún momento.
Cuando me puse la armadura y cogí las espadas me sentía como un verdadera adalid de leyenda, de pronto mi padre me ofreció un último regalo, un dije hecho de esmeralda que tenía la forma de un Dragón Feérico, algo hermoso …
-Era de tu madre – la voz de mi padre se notaba débil, diferente a como era siempre- ella hubiera estado orgullosa del camino que has elegido y te la habría dado.
-Pero tú no lo estas ¿Verdad?
-Yo intente ser un héroe como tú – una sonrisa llena de amargura apareció en su rostro- pero … me rompí … perdí más cosas de las que gane y sencillamente huí.
-Padre … cumpliré tu sueño y …
-No – la interrupción fue abrupta- no lo tomes como algo que debes hacer, se un heroe bajo tu propio deseo, descubre si vale la pena perder todo por ese deseo o no, tendré una última historia para ti cuando eso suceda
Ahora que he luchado durante tanto tiempo, tantos lugares que he visto y en todos ellos siempre la misma pregunta ¿Hasta cuándo seguiré con este deseo? … ¿ Me romperé igual que mi padre? … Hyjal, La Voragine y la caída de Alamuerte, el misterioso continente de Pandaria, cuando entre a Orgrimmar y me enfrente a los Dechados Klaxxi, mientras estaba en Draenor y peleaba por un planeta que no era mío pero que me importaba por que me necesitaban, mientras veía la desesperación en la Costa Abrupta y la caída del Alto Rey, mientras luchaba en las islas y en la tumba misma de Sargeras, en cada uno de ellos mi deseo nunca flaqueo, vi morir personas de ambos bandos, salve algunas vidas pude levantarme a pesar de estar herida, solo con el deseo de salvar una vida más.
Es irónico que me haya esforzado tanto salvando otras vidas y no consiguiera salvar la unica que me importaba.
Me encuentro ante la tumba de mi padre, ante la tumba de muchos de mi raza, intento olvidar que el olor que llega a mis narices es la de la carne quemándose, que los gritos que hieren mis oídos son de las personas que conocí, incluso tal vez … una de las sombras que se lanza desde las ramas hacia el mar es mi padre desesperado.
Cuando estoy a punto de lanzarme al mar, buscando llegar al árbol, un golpe me derriba.
Dain, prometí a tu padre que te cuidaría - la voz dura de Arthur llega a mis oídos pero no me importa, nunca me ha ganado una pelea y …
Otro golpe llega de improviso.
“Este deseo no tiene fin y aunque me rompa siempre habrá algo que haga que me levante y decida luchar”
Suenan como las palabras de una niñas, mientras veo imagenes pasar solo puedo pensar que esa era la respuesta que quería darle a mi padre.
Pero ahora no hay nada, solo oscuridad y vacío